MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 6    NO 71    AGOSTO DEL AÑO 2004    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Recertificación de profesionales de salud
¿Nace otro negocio de
intermediación?

Juan Carlos Arboleda Zapata Periodista elpulso@elhospital.org.co
Días antes de terminar la pasada legislatura, fueron retirados de la Comisión Séptima del Senado los proyectos de ley para reformar la Ley 100 y el proyecto de reforma del recurso humano en salud. Esta situación obedeció a la falta del tiempo necesario para debatirlos y a la necesidad del gobierno de que los congresistas se concentraran exclusivamente en la reelección presidencial, con el compromiso de que serían inscritos nuevamente y en el caso del proyecto de recurso humano, muy probablemente sin ninguna modificación.
El proyecto de ley que trata las condiciones del recurso humano, propone implementar la recertificación del personal que trabaja en el sector de la salud: Se podría decir que así como deben habilitarse y acreditarse prestadores y aseguradoras, ahora le llega el turno a profesionales y demás personal del sector. La medida busca la permanencia y pertinencia en la calidad del conocimiento de quienes prestan servicios; sin embargo, lo que podría verse como medida lógica y loable dentro de la búsqueda de la calidad, puede convertirse en grave problema para la continuidad de la misma calidad de los profesionales y la autonomía de sus profesiones, e inclusive profundizar el proceso de pauperización y enorme dependencia, ahora también de conocimientos, en la economía de mercado en que se ha convertido la salud en Colombia.
La calidad, objetivo de la recertificación
La percepción de los involucrados en el tema, es que en líneas generales la recertificación debe existir como mecanismo de mejoramiento de la calidad en el servicio de salud que se ofrece a los colombianos. Para el doctor Fernando Ruiz, director del Cendex de la Universidad Javeriana, es una propuesta pertinente, pues hay suficiente evidencia e información de que en Colombia se tiene un estado de maduración para hacerlo, y argumenta que los estudios del Programa de Apoyo a la Reforma en Salud mostraron un exceso de oferta de profesionales en la mayoría de las áreas, ocasionados por la apertura de mercado educativo que hizo la Ley 30 de 1992.
Otro elemento, agrega, son las enormes diferencias en calidad de formación que se da a los profesionales de salud, evidenciándose que la expansión de programas educativos en salud generó deficiencias para controlar y evaluar la calidad de los programas, y no se conocen sus condiciones de calidad. Además, “en los profesionales que ya trabajan en el medio hay diferencias muy importantes y deficiencias muy grandes en la capacitación continua y en la educación posterior al grado”. Según el doctor Ruiz, toda sociedad tiene en un momento dado que asumir su rol de responsabilidad frente a los efectos potenciales de las acciones de salud: “Creo que es el momento en que los colombianos tenemos que tener el derecho a una salud donde haya una garantía mínima de calidad. Los dos pilares de eso fundamentalmente son acreditación, habilitación y consolidación de la calidad en los hospitales y el aseguramiento en la calidad de los profesionales de la salud”.
El doctor José Maria Maya, rector de la Universidad CES, si bien está de acuerdo con la necesidad de recertificarse para tener profesionales de salud con alta calidad científica y académica, considera que no existe en el país la experiencia necesaria para este tipo de procesos y recomienda hacerlo de manera gradual y voluntaria: “El proceso debe iniciarse con mucho cuidado y aprendiendo de la experiencia, para que fundamentalmente garantice al sistema la seguridad de que profesionales formados de forma idónea por universidades, conservan la pertinencia en su conocimiento y mantienen un proceso de educación continua que haga que su respuesta a los problemas de salud sea la requerida”.
La Federación Médica Colombiana, si bien no desconoce la importancia de recertificar, considera que es una cuestión de autonomía de las profesiones, donde cada cierto tiempo el profesional que está ejerciendo se somete a un proceso donde se garantiza que está en condiciones óptimas para ejercer. Agrega que debe ser alcanzada con actividades que emanen de la propia profesión médica a través de sus instancias más representativas, con una característica fundamental: cambiar su carácter de obligatoria, como está planteado en el proyecto de ley, por el de un derecho adquirido de los profesionales, y por lo tanto gratuito y enmarcado en la educación médica continuada. Para el doctor Sergio Isaza, presidente de la Federación, es importante que no intervengan terceras personas ni que se convierta en un negocio o instrumento que signifique más erogación económica para los profesionales, y que al ser manejado por personas fuera de la profesión, se convierta en talanquera para acceder al trabajo por parte de los profesionales.
El gran peligro: se abriría nuevo negocio
Las inquietudes frente a la recertificación surgen al analizar elementos fundamentales de su reglamentación. Uno que despierta muchos cuestionamientos es la posibilidad de que surja un nuevo negocio de intermediación, dependiendo de quién o cuál sea el organismo encargado de realizarla. Una cuenta sencilla dimensiona el posible volumen del negocio: según estudio de la Universidad de Antioquia, en el país hay unos 280.000 profesionales en el sector salud; si el proceso de recertificación para cada profesional tuviera un costo promedio y estimado muy por lo bajo de $100.000, serían ingresos de por lo menos $280.000 millones en periodos cíclicos, por cuanto la recertificación no tendría un carácter eterno. Estas cifras ya han llamado la atención de más de un inversionista, para quienes lo importante no será necesariamente la calidad de los profesionales sino lo lucrativo del negocio. Esa preocupación ha sido manifestada por todos los involucrados en el tema.
El doctor Javier Castro Naranjo, decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, señala que es indudable la existencia de intereses financieros detrás de las recertificaciones, y no lo ve ajeno a los procesos dados con los tratados de libre comercio. El doctor Isaza lo ve como un riesgo inminente, señala el interés de las aseguradoras en la aprobación de la ley, y recalca: “He aprendido que cuando las aseguradoras buscan con tanto ahínco que salga una ley y cuando asesoran permanentemente al ministro de la Protección Social, hay que buscar detrás de todo cuál es el negocio”. Con un agravante: y es el tipo y criterio de servicios que se buscarán con la recertificación, que pueden corresponder más a una práctica mercantil, desconociendo “que la medicina como ciencia social, tiene como perspectiva desarrollarse en función del derecho de las personas y de la salud, y no en función de hacer más rentable la venta de servicios de salud”.
Frente a la posibilidad de que la recertificación pueda convertirse en un nuevo negocio de intermediación en salud, esta vez teniendo a los profesionales del sector como clientes, se han planteado varias alternativas. El doctor Germán González de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Antioquia, opina que el proceso no se debe dejar a instituciones privadas y que debe ser la universidad pública la que lo lleve a cabo; añade que no debe hacerse a través de exámenes sino de cursos que otorguen créditos, y que cada cierto tiempo se hagan equivaler para obtener la recertificación: “Eso evitaría que haya problemas de negocio alrededor de la recertificación y evitaría corrupción; más que exámenes promuevo una educación continua que en un momento dado se asimile a la certificación. El proceso es para asegurar la calidad, que las personas se mantengan activas y bien formadas, el proceso de recertificación no es un proceso burocrático”.
Sin embargo, para el doctor Fernando Ruiz, la existencia de un negocio es casi imposible de evitar, y frente a ello recomienda que no sean los defectos del mercado los que impongan las condiciones sino que sea un sistema regulado, donde el Estado defina tarifas e instituciones recertificadoras: “Es indudable que se va a mover dinero y ahí están los intereses y posiciones que se mueven en este momento, pero eso es inevitable”.
Convertir este proceso en objeto de negocio conlleva riesgos paralelos, señala el doctor Maya: “Se abre la posibilidad de que haya muchos recertificadores y así se deteriora totalmente el concepto; se terminará con algunos cobrando más para recertificar más fácilmente, y por eso es muy riesgoso dejarlo al mercado. También podría ser un mecanismo para disminuir el número de profesionales en cada especialidad si lo manejara una sociedad científica, lo cual sería igualmente peligroso, como se ha dado en Méjico”. El doctor Maya va más allá y abre un interrogante poco planteado: ¿Qué pasa laboralmente si un profesional no es recertificado? ¿Es una causal para dar por terminado su contrato de trabajo con justa causa? Ello considerando que el proyecto le da carácter de obligatorio al proceso. Por eso propone que al principio lo ideal sería hacerlo voluntario y que incluso el Ministerio entregue recursos y entonces no se tenga que cobrar.
¿Aseguradoras también recertificadoras?
Ante la posibilidad que abre la ley de que las aseguradoras participen en el proceso de recertificación, el rechazo ha sido unánime desde todos los sectores. El doctor Zoilo Cuellar, director de la Academia Nacional de Medicina, no concibe el mecanismo como un examen sino como un sistema de créditos educativos: “No puede ir separada la recertificación de la educación continua; por el contrario, al ir juntas, la recertificación se convierte en un premio, no en un castigo. Pero estoy totalmente opuesto a que las aseguradoras formen parte, ellas tienen una función diferente y es muy probable que utilicen el sistema para presionar; pero definitivamente, el Consejo de Recertificación es un hecho académico”. Para el doctor Cuellar, el ente recertificador debe estar conformado por la Academia Nacional de Medicina, la Asociación de Facultades de Medicina y un Consejo para cada grupo de pares, necesarios para realizar evaluación por competencias.
El doctor Castro considera como un síntoma grave de integración vertical, la posibilidad de aseguradoras involucradas en este proceso, y para evitar la opción de negocio, es enfático al sugerir que la recertificación la debe hacer la academia, específicamente la universidad pública que no tiene interés en favorecer personas o entidades, ni tiene conflicto de intereses: “Me parece supremamente delicado que la integración vertical presente en el sistema, se dé también a nivel de la parte formativa. No es extraño que en un futuro no muy remoto, las EPS tengan sus propias facultades de medicina, facultades de medicina de bolsillo, donde formen su propio recurso humano en salud. Me parece sumamente peligroso: uno no puede ser juez y parte”.
El debate está planteado y la discusión por darse. Existen más preguntas que respuestas. Sí es claro que si bien la recertificación puede ser mecanismo interesante para mantener y garantizar la idoneidad del personal de la salud, también se comienza a vislumbrar que como en todo en el sector salud, pueden existir otros intereses detrás del proyecto, y que dependerá de una reglamentación estudiada y planeada con verdadera voluntad de mejorar la calidad, el evitar que de nuevo veamos el origen de un futuro problema del sector, porque como lo dice con preocupación el doctor Sergio Isaza: “Podría ser el comienzo de la desprofesionalización de la medicina, ya respaldada jurídicamente”
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