DELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 16    No. 220 ENERO   AÑO 2017    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 


La comida “Slow”
y otras maneras de erradicar
malos hábitos alimenticios
Daiana González, Periodista - Periodista - elpulso@sanvicentefundacion.com

En 1921 la primera cadena de hamburguesas en el mundo, White Castle, abrió sus puertas. Ese año la población de Kansas no solo probó el primer modelo del “filete americano al estilo Hamburgo”, sino que fue testigo del origen de una nueva tendencia alimenticia: La comida rápida.
Las Fastfood se convirtieron en la solución de uno de los mayores problemas que empezaba a padecer la población norteamericana del siglo XX: “el tiempo”. Una comida tradicional equivale a mayores horas en la cocina, y entre más tiempo se pierde menos dinero se gana y la mejor manera de no perder ese tiempo es consumir una comida rápida.
Esta premisa generó en 1937 que los hermanos Richard y Maurice McDonald abrieran su primer Restaurant drive-in en Arcadia, California y quince años después, Keith Cramer siguiera el ejemplo con su primer Burger King.
Un rotundo éxito incitó la creación de diferentes productos como los cereales azucarados, enlatados, precosidos y un enorme etcétera de alimentos procesados que, hasta la fecha, no dejan de sumar seguidores en todo el mundo ya no solo por ahorrar tiempo sino por estar en la onda de las Fastfood.
El declive de la comida tradicional.
Las comidas rápidas eran la solución: instantáneas, ricas y económicas, sin embargo tenían un costo: un enorme contenido de grasas saturadas, azúcares y conservantes que elevaban cada vez más la cifra de casos de obesidad, hasta el punto de convertir a Estados Unidos en el tercer país en tener el mayor índice de esta enfermedad.
Colombia no es ajena a este problema pues lo que inició como una afectación de países industrializados, terminó convirtiéndose paulatinamente en un problema de salud pública para Latinoamérica. Lo que explica por qué la cifra de obesidad en nuestro país subió del 48% al 52%, de acuerdo a los resultados de la última Encuesta Nacional de la Situación Nutricional en Colombia (Ensin 2015).
A esta problemática, Iván Yunis, médico quién fue investigador de la Universidad de Harvard, responde con las mismas palabras que les expresa a sus pacientes en el consultorio: "Piense cómo se alimentaron sus antepasados, es más, cada vez que esté frente a un alimento pregúntese si ellos lo comieron o no y si no se lo comieron probablemente no sea bueno para usted".
Para Yunis el aumento de la obesidad en Colombia es el reflejo del cambio de nuestros hábitos alimenticios y con ello el declive de la comida tradicional. "Hemos pasteurizado todo matando los nutrientes que podemos encontrar también en las bacterias, transformado la comida en algo muerto", opina.
Al aumento de la Fastfood se une el hecho de que la comida tradicional cada vez alimenta menos, debido a la utilización de agroquímicos en la agricultura y del uso competitivo de monocultivos ponen en quiebre la producción de los pequeños agricultores locales. Según cifras del 2013 expuestas por la FAO, Colombia ocupa el cuarto puesto en la lista de países con mayor promedio de plaguicidas en el mundo (la superan otros como Isla Mauricio, Costa Rica y China), por tener un uso superior de 10 toneladas de ingrediente activo por mil hectáreas.
Para toda Fastfood hay una Slowfood
El tema preocupa de tal manera que ha desatado una serie de protestas lideradas por amantes de la buena mesa en todo el mundo. El caso más emblemático tuvo lugar en Bra, una pequeña ciudad de Italia, la cual al ver que en su pueblo, de no más de 28 mil habitantes, se abriría un puesto de comidas rápidas, inició una protesta que terminó en la creación de un nuevo movimiento: la Slowfood o Comida lenta.
La Slowfood nació en 1989 y no es otra cosa que la defensa de la comida tradicional y de la producción agrícola de las comunidades locales. Un movimiento que combate la pérdida de interés de la sociedad por el origen y el sabor de cada uno de los alimentos ingeridos, así como las consecuencias que cada una de nuestras decisiones alimentarias ejerce en el mundo. En pocas palabras: buscan crear consumidores conscientes.
Nada diferente a lo sugerido por Yunis, para él la solución está en empezar a comer alimentos vivos. “Hay que intentar que la gente vuelva a comer frutas, verduras, semillas de producción agroecológica; alimentos criados en pequeñas huertas”.
La obesidad en nuestro país
subió del 48% al 52%, de acuerdo a los resultados
de la última Encuesta Nacional de la Situación
Nutricional en Colombia
(Ensin 2015)
Colombia puede llegar a ser Slow
Hoy, este movimiento involucra a millones de personas en 160 países del mundo que defienden no solamente los principios de la Slowfood sino toda una ideología que abarca cada uno de los aspectos de la vida del ser humano.
Entre ellos se encuentra Colombia con el primer municipio de América latina en pertenecer a la Red de Ciudades Sin Prisa o Cittaslow: el pequeño pueblo de Pijao, Quindío.
La Red Cittaslow, contiene un manifiesto con 55 promesas que deben ser cumplidas por los miembros de la red, tales como reducir el ruido y el tráfico, aumentar las zonas verdes y las islas peatonales, apoyar a los productores de la localidad para que vendan sus productos, promover tecnologías que protejan el medio ambiente, preservar la arquitectura y tradiciones culinarias de la ciudad, y fomentar un espíritu de hospitalidad y buena vecindad.
Estas promesas, que ya fueron incluidas en el Plan de Desarrollo del municipio, han sido todo un reto para Mónica Flórez, líder ambiental y creadora de la Fundación Pijao Cittaslow. “El tema de concientizar a la ciudadanía toma tiempo, pero poco a poco se ha visto el cambio, la creación de iniciativas particulares de productores que empezaron a sembrar su propia comida y a conservar bosques nativos, son dos grandes ejemplos”, comenta.
Ahora el reto, según Flórez, es concientizar a los más pequeños para que exista un cambio de pensamiento en las nuevas generaciones, “hace falta una cátedra en los colegios donde les enseñen la necesidad de consumir producción local”, explica.
Aunque realmente la mayor problemática a la que se enfrentan los pequeños productores es a la expansión de monocultivos a gran escala para exportación. La solución, de acuerdo a Flórez es que desde el Estado realmente existan políticas que apoyen la soberanía alimentaria y le apuesten a una producción limpia.
 



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