DELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 16    No. 216 SEPTIEMBRE   AÑO 2016    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 


Legado artístico de
médicos egresados en 1966

Hernando Guzmán Paniagua - Periodista - elpulso@sanvicentefundacion.com

Mosaico “Oda de amor” del Dr. Norman Diego Pizano, instalado hace 23 años en la Clínica Soma, Medellín (120 m2 de extensión). Foto de Juan Fernando Ospina.
“Para muchos, nada mejorará en nuestra medicina, desde el ingreso del bachiller a la Facultad, hasta la asistencia del médico para el buen vivir y el bien morir de sus pacientes, si los valores éticos no se traducen en una moral que vaya trayendo virtuosismo y excelencia progresiva al quehacer médico en todos sus ámbitos”. Tal es el testamento espiritual de los médicos cirujanos egresados en 1966, expuesto por el doctor Alberto Restrepo Ochoa, orador central en el homenaje de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia a esa promoción.
En la efemérides, con la vinculación de la Asociación Médica Sindical (Asmedas) y de la Cooperativa Médica Comedal el pasado 29 de julio, el catedrático expresó: “Quizás, el paciente de ayer y el de hoy, en el relato de sus experiencias, nos puedan llenar mejor los enormes huecos y vacíos sobre ambas medicinas, la que nos tocó que ya casi no es, y la de hoy que ya casi en un todo es la que está pasando a ser”.
La cita de los muchachos de hoy con los del 66, fue el descreste de éstos con la tecnología del Centro de Simulación de la Facultad, cuyos muñecos tienen más vida que muchos pacientes reales. Y un repaso de anestesia, gineco-obstetricia y reanimación cardio-pulmonar. “Al graduarnos, sé que contábamos con información fresca y actualizada sobre medicina general, un poco de erudición, y quizás algo cercano a cero en sabiduría”, dijo el doctor Restrepo. “Creo no equivocarme -anotó-, al decir que ninguno de nosotros se graduó sabiendo leer bien un electro, de corazón o de cerebro, y menos todavía una pneumo-encefalografía. Hoy el saber tecno-médico de los jóvenes es, para nosotros, sorprendente y admirable”.
“Escultura de Cristo”, cobre en base de piedra, Dr. José Luis Ramírez.
Los muchachos del 66
Para muchos fue un milagro encontrarse vivos. Participaron en vivo y en directo 25 de los 37 egresados: Alberto Restrepo Ochoa, Álvaro Montoya, Fabio Sánchez, Hernando Hidrón, Jaime Leyva, Hernán Ramírez, José Luis Ramírez, Julio Ramiro Sanín, Libardo Márquez, María Ruth Muñoz, Orlando Tamayo, Rafael Iván Botero, Rafael Manotas, Stella Prada, Hernando Reyes, Alfredo Londoño, Gabriel Alberto Tobón, Alberto Restrepo Soto, Gustavo Escobar de la Hoz, Ramiro Escobar, Rodrigo
“Oleaje en el arrecife”, óleo sobre lienzo, Dr. Rafael Iván Botero

Alarcón, Hernán Correa, Óscar Villa, Luis Alfonso Vélez y Fabio León Duque.
Ausentes, pero vigentes en la eternidad: Guillermo Vélez, Emiro Trujillo, Álvaro Correa, Alfredo Turizo, Luis Miguel Botero, Luz Helena Pulido, Rubén Jiménez, Leonel Sánchez, Tomás Estrada, Norman Diego Pizano, Rómulo Enrique Serna y Hugo Pabón. Loa especial a Norman Pizano por su mural “Oda de amor”, que está hace 23 años en la Clínica Soma de Medellín, considerado “un referente de ciudad por su colorido y sus 120 metros cuadrados de extensión”. En la muestra de la Facultad de Medicina se colgó un óleo suyo: “El aire”

“Si fuéramos a debatir sobre la medicina
del ayer no debiera acompañarnos la enfermedad
de las nostalgias, y si lo hiciéramos sobre la medicina
del ahora y del mañana, debiéramos inmunizarnos
contra la enfermedad de las ingenuidades, los
triunfalismos y los anhelos ilusorios”.
Dr. Alberto Restrepo Ochoa
“La enfermedad de las nostalgias”
Algo cambió en la Facultad en 50 años. El expositor recordó los 12 libros de Cossio y Padilla, “las historias clínicas en narrativa, algunas en lenguaje de corte literario” (…). El “aprendizaje mecánico de órganos, vísceras y sus relaciones con los vericuetos, cruces y torceduras de sus apéndices vasculares, nerviosos y otros más”, y “las mega-anatomías de L. Testut-A., Latarjet y Rouviere, absurda pedagogía en ese entonces”. Y observó: “Pero también hemos aprendido cómo la medicina en su prestación asistencial, y en lo laboral para el personal de la salud, ha sido intervenida y mercantilizada por las fuerzas del mercado, la industria farmacéutica y de las aseguradoras”.
“El aire”, acrílico sobre lienzo, Dr. Norman Pizano.
En los años 60 Colombia tenía 17 millones de habitantes y sólo 7 escuelas de medicina (6 públicas y una privada). En 2010, había 58 escuelas médicas, 18 oficiales y 40 privadas. Este crecimiento desordenado se debió a la Ley 30 de 1992, dijo Restrepo: “En nuestro vocabulario no existían las palabras TAC, SCAN, STENT, ecografías, Doppler, cirugía laparoscópica, trasplante de órganos, estimulación magnética o cerebral profunda, fertilización in vitro, ni seguros de mala práctica, ni Ley 100 ni EPS y mucho más. Tampoco computadores ni historias pre-estructuradas. Ni cuestionarios para chuliar”.
Dijo el catedrático: “Para mí, son hechos inequívocos la tecnologización de la medicina, la creciente privatización de su enseñanza, el cambio en la relación médico-paciente de lo humanitario y fiduciario a lo contractual, el creciente abajamiento de lo terapéutico en dicha relación, el debilitamiento de la autonomía médica, la desaparición de la narración en el encuentro médico, el monitoreo del trabajo médico por personal médico y no-médico ajeno al paciente, y cercano por nómina a la empresa”.
Propuestas de futuro
Confrontando la educación de los años 60 con 2016, la vieja cohorte mira al futuro. Restrepo Ochoa propuso cambiar la figura de Departamento o Sección, que “entraña vicios pasados, actuales y potenciales”, por Institutos y Escuelas, más académicos y menos politizados. Postuló que no se avanzará hacia los Institutos, “mientras no promueva la Universidad la tenencia de personal docente de planta, justamente remunerado; mientras se recurra por razones de conveniencia laboral y económica, a docentes de cátedra y ocasionales; mientras no se formalicen los cargos; y mientras el profesorado no cuente con el amparo de un sindicato gremial bien constituido”.
Un caminar de 50 años permite a estos curtidos cirujanos, aconsejar al sector de la salud en su actual crisis. “Si fuéramos a debatir sobre la medicina del ayer no debiera acompañarnos la enfermedad de las nostalgias, y si lo hiciéramos sobre la medicina del ahora y del mañana, debiéramos inmunizarnos contra la enfermedad de las ingenuidades, los triunfalismos y los anhelos ilusorios”, concluyó el doctor Restrepo.
   
Cuatro médicos pintores de la cohorte de 1966 expusieron sus obras en la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia en agosto pasado. Manejan con igual maestría el pincel, el bisturí y el estetoscopio. EL PULSO los entrevistó.
José Luis Ramírez Castro, fotógrafo de la genética
El doctor José Luis Ramírez Castro es fundador de la unidad de genética médica en la Facultad de Medicina de la U. de Antioquia. Se vinculó como investigador desde primer año en embriología y genética, se especializó en embriología de la reproducción y genética clínica en Estados Unidos: “Empecé a dedicarme a la fotografía, luego al dibujo, capté la acuarela de mi papá que era un gran acuarelista”. Expuso fotografías de flores, de insectos en copulación con negativos de 35 milímetros, con copiado y ampliación, y esculturas de Cristos en cobre. Dijo: “Busco fotos que armonicen el medio ambiente y el sentido artístico. Escogí motivos suprimiendo del entorno lo ajeno a mi objetivo. También esculpo en alambre y hago caricaturas. Además de la plástica, toco armónica, en un grupo donde está el doctor Rafael Iván Botero”.
“Niños”, Dr. Julio Ramiro Sanín.
Julio Ramiro Sanín Aguirre,
rehabilitador de lienzos

“Me incliné por la ortopedia porque ella no tenía sodio ni potasio, sólo calcio. Para ‘cuadrar’ los líquidos hay que manejar el sodio y el potasio, y con ellos no pude en la Universidad. Desde el principio me gustó la ortopedia y tuve gente que me guió”, declaró el ortopedista y pintor Julio Ramiro Sanín Aguirre. “Me iba por las tardes con el profesor Carlos Fuentes, de la Guajira (le aprendí a pintar al óleo, nunca aprendí acuarela), y una ‘barra’ de señoras, a tomar chocolate y a hablar mal de las nueras.
Nos poníamos a pintar, pinté mucho rato, casi todo lo regalé. Fui director del Hospital Universitario San Vicente de Paúl y de su Pensionado. Del Hospital pasé a la Secretaría de Salud de Medellín. Soy una persona jovial y querida, que he pasado muy bueno y paso mejor ahora, pensionado y semi-cuasi-retirado”. Ganó el primer premio de médicos pintores en un concurso de la Cooperativa Médica Comedal, hace 15 años. Expuso en la Facultad tres óleos: “Tomémonos un tinto”, “Niños” y “La casita de campo”. Este último representa la finquita que siempre soñó.
Rafael Iván Botero, artista y cirujano plástico
El doctor Rafael Iván Botero, especialista en cirugía plástica y estética, maxilofacial y de la mano, es tan plástico en cirugía como en el arte: “Estoy en el arte hace 25 años, empecé con escultura, hice talla en mármol, tengo buena cantidad de obras. Hace 6 u 8 años me hice al lado de mi señora que pinta muy bien, tiene sensibilidad y capacidad para los colores. Hace 5 años pinto más dedicado. Hubiera seguido en la escultura pero es muy pesada para mi edad, se necesita mover piedras entre 20 y 50 kilos, la columna duele, la región lumbar molesta. La pintura es más fácil y agradecida en resultados inmediatos”.
Conceptúa el doctor Botero: “Para ser cirujano plástico se necesita una sensibilidad especial por el cambio de las formas, crear, ser productivo en la inspiración y capaz de hacer cosas que son como un nacimiento. Eso se ve en cirugía. Desde un principio acompañando la cirugía que siempre me gustó en la parte médica, encontré lo artístico después de hacer una buena cirugía plástica. El arte es un compendio importantísimo de cualquier médico, porque la medicina es obra de arte. En cirugía plástica mucho más se necesita entender de líneas, planos, fondos, colores, etc. Soy amante de todo lo que tiene que ver con el agua, de la biología marina, hice buceo hace 40 años, por eso todas mis obras se relacionan con el agua”.
Expuso “Mar abierto”, óleo con espátula, “Oleaje en el arrecife” y “Cascada”, una caída en el atardecer, en la oscuridad
Rafael Manotas,
acuarelista pediátrico
“Empecé a combinar medicina y pintura cuando me retaron”, dijo el pediatra Rafael Manotas Cabarcas. “Toda la vida he sido un criticón de primera, criticaba a todos los alumnos del maestro Antonio Echavarría Restrepo, premio nacional de acuarela, y en una exposición, me dijo: -Tú que tanto criticas, ¿por qué no te metes a pintar? / -¿Usted me está retando, maestro? -Sí. / -¿Cuándo empiezo? / -Mañana. / -Allá le caigo. Ahí empecé a hacer mamarrachos. Antes, nunca me había atrevido a pintar.
Yo no pinto lo que quiero sino lo que puedo, sólo a la acuarela, he vendido algunas obras. No regalo porque tuve una vivencia maluca: una vez regalé un cuadro y como a los años lo encontré en el garaje de la finca de otra persona”. En la muestra de la Facultad de Medicina expuso “Bahía de las Ánimas”, paisaje de Cartagena, uno de una isla griega y otro dedicado a Mariana Pajón. “Lo que más recuerdo en la pediatría es un prematurito de 720 gramos que logré sacar hace mucho rato y sobrevivió, lo adoptaron unos suizos y hoy sigue en Suiza”.

“Campeona”, acuarela del Dr. Rafael
Manotas dedicada a Mariana Pajón.

 
Medicina en la pintura

Diagnóstico de Rembrandt
según el “Artmedicine”
del médico Carlos Hugo Espinel

Isabel Cristina Rueda Calle Comunicadora Corporativa - elpulso@sanvicentefundacion.com
Rembrandt con su pincel, se presenta a sí mismo: se concentra en la elección de colores, la postura, el vestuario y la expresión, para hablarnos de algún momento de su vida. Esta imagen de él, silencioso, es observada por un médico. En su postura quieta y expectante, podría parecer un paciente sentado al frente, mientras el doctor digita su nombre y datos.
Quien se atreve a ser su doctor es el colombiano Carlos Hugo Espinel, especialista en medicina interna, nefrología y cardiología de Emory University del Medical College de Virginia y de la Universidad de Washington en St. Louis. Atraído por las artes plásticas y revisando los más de 90 autorretratos conocidos de Rembrandt, se sintió intrigado por el cambio de su contextura de pintura en pintura, y eligiendo dos -una de 1640 cuando tenía 34 años y otra de 1659 cuando tenía 53-, hizo un diagnóstico de posibles enfermedades.
Luego de estudiar estas pinturas, llega a una conclusión: “Rembrandt no sólo tenía aflicciones morales, sino que también estaba enfermo”. Muy enfermo para ser exactos. Según Espinel, Rembrandt sufría de envejecimiento prematuro, de rosácea, y podría tener endurecimiento de las arterias y colesterol alto. Su cara está cubierta ya con arrugas, su piel luce tiesa en algunos lugares y demasiado delgada en otros. El arco blanco en su ojo izquierdo, más fuerte que el normal reflejo de la luz, sugiere arco senil y posibles reservas de colesterol. Los empastes debajo de sus ojos, sugieren niveles altos de triglicéridos.

En ese rostro en el que se ven tonos amarillos, grises, verdes, dijo haber contado más de 9 manchas de la rosácea, su nariz está bulbosa, rojiza y más grande, lo que es también síntoma de la rosácea. Este diagnóstico postmortem, que reemplaza exámenes de laboratorio y rayos X, por análisis de pinceladas y retoques, hace parte de un original método de observación diseñado por Carlos Espinel: el “Artmedicine”.
Este doctor dice que su objetivo es la humanización de la medicina, pues la información sobre salud se enseña con estadísticas, diagramas y números. Los estudiantes aprenden los hechos, pasan los exámenes, se gradúan y muchas veces caen en una práctica fría e insensible. Esa deshumanización lo impulsó a investigar la forma de integrar la compasión con la ciencia. Artmedicine, según él, integra arte, humanidades y ciencia, por lo que prefiere enseñar cardiología con el arte de Rembrandt, reumatología con la pintura de Caravaggio y neurociencia con las obras de Vermeer y Pollock.
Este método ha sido debatido. Entre sus críticos está Albert Rhenberg, psiquiatra de Harvard, a quién le parece inverosímil que hiciera este tipo de diagnósticos como si las pinturas se trataran de una serie de fotografías fieles a la realidad. Otro médico escribe que sin la oportunidad de examinar el paciente físicamente, se pierde la oportunidad de palpar y de escuchar, lo cual también es esencial en un examen clínico

Referencias:
www.ibiblio.org/wm/paint/auth/rembrandt/self/self-1660.jpg
http://journalofethics.ama-assn.org/2000/06/imhl1-0006.html
www.semana.com/gente/articulo/del-consultorio-museo/53780-3



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