MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 16    No. 205  OCTUBRE DEL AÑO 2015    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co

 

Reflexión del mes

“Hay que evitar el combate en lugar
de vencer en él. Hay triunfos que empobrecen
al vencido, pero no enriquecen al vencedor”
Juan Zorrilla de San Martín (Uruguay, 1855-1931). Escritor, periodista, docente y diplomático. Se le considera el máximo representante de la poesía romántica uruguaya. Autor de “La leyenda patria” (1879) y de “Notas de un himno” (1888) que incluye “Tabaré”, extenso poema que recrea en la figura del mestizo Tabaré los rasgos más destacados del héroe romántico, como la soledad, el sentimentalismo, la desdicha y la nobleza.
El sistema de salud en Colombia en su peor momento
Insostenibilidad económica y
quiebra del sistema lo tienen en jaque

Juan Guillermo Ortiz Martínez, MD Director Clínica Universidad de La Sabana
Con autorización del autor, reproducimos artículo publicado en el diario “El Tiempo” el pasado 3 de septiembre.
Todavía ronda en el imaginario de los colombianos el pronunciamiento airado del presidente Juan Manuel Santos cuando anunciaba con bombos y platillos desde el Palacio de Nariño el desmantelamiento del 'Cartel de la Salud' en mayo de 2011. Y cómo olvidar los allanamientos a las oficinas de algunas EPS por organismos del Estado, la captura a 7 personas y el anuncio de cifras inimaginables de robos al sistema, posterior a su oportunista alocución.
Cuatro años después no se conoce el organigrama del cartel anunciado. Tampoco se han mostrado las capturas de sus cabecillas y mucho menos se han hecho públicos los embargos de cuentas bancarias o la extinción de dominio de propiedades o activos de ese supuesto cartel.
En cambio, sí estamos ante el peor momento del sistema. La salud en Colombia está en manos de la empresa privada, son grupos empresariales, familias y ciudadanos que han visto que el negocio de la salud es una opción adecuada para construir país. Pero aclaro, debe ser el mejor negocio (ético, transparente, socialmente sostenible), pues administra la vida y el bienestar de todos los colombianos.
El ministro actual (Alejandro Gaviria) ha sido valiente y coherente en la búsqueda de una reglamentación y control al gasto desmedido que venía generándose. Hasta ahí todo está bien. En lo que se raja el sistema y genera preocupación es en las prácticas que el Estado permite en el sector salud. Si alguien genera un servicio en una empresa, lo lógico es que la factura reciba un pago asociado a la tarifa y de acuerdo con el servicio prestado, pago que no pasa de 30 o, en el peor de los casos, 60 días.
Pues hoy el gobierno nacional, a través de las EPS, debe a clínicas y hospitales la suma de $5 billones con cartera vencida de un 57%. Los indicadores financieros, aparte de vergonzosos, son insostenibles y absurdos.
En la práctica los días de cartera rondan los 180 días, la cartera en promedio equivale a 5 o 6 meses de facturación del respectivo hospital, las glosas son otro segmento con el cual las aseguradoras se financian y demoran el pago de obligaciones a las instituciones de salud. “Es que no alcanza la UPC (Unidad de Pago por Capitación)”, dicen gobierno y EPS. Entonces, sugiero, ajusten la metodología de cálculo y los límites infinitos de las normas del derecho absoluto, no le sigan rindiendo culto a la autonomía intocable del personal de la salud y controlen a los jueces que tratan a los pacientes con sentencias irreales. Palabras más, palabras menos, no hay un modelo eficiente de salud.
Las carteras siguen creciendo, las EPS
continúan con sus prácticas de financiamiento,
las medidas de control del gobierno aprietan la libertad
de empresa y sofocan la sostenibilidad
de los hospitales.
Las instituciones intervenidas escasamente pagan la cartera corriente en promedios calculados a las redes que aseguran los mínimos de atención. Los demás hospitales tienen que hacer fila y esperar a que se hagan conciliaciones que después de meses son logradas gracias a la extorsión y a la renuncia por derecho de porcentajes de descuento que pueden ir entre el 5 y el 20%. Es decir, no se reconocen intereses como en el sector real sino, al contrario, se disminuyen los montos que no alcanzan a cubrir los costos financieros o de oportunidad del dinero. Y el gobierno sostiene que no va a pagar las deudas viejas que son parte de la negociación entre las EPS y los hospitales. Mejor dicho, apague y vámonos.
Las medidas de Minsalud, con una lógica de contención de costos, hacen que cada vez sea menos viable la prestación del servicio. Por un lado políticamente se habla de los derechos a la salud como un logro para los colombianos y son incluidos todos los servicios inimaginables y tecnologías en el plan de beneficios; por otro, como si los pagos fueran adecuados, se generan normas irrisorias del primer mundo en países como éste que aún está en vía de desarrollo. Un ejemplo son los famosos re-usos.
Por ejemplo, normalmente un trocar para laparoscopia certificado por el fabricante podría tener varios usos con los cuidados y procesos de esterilización aceptados internacionalmente; pero ahora como se prohíbe el re-uso, el costo que antes se repartía en 3 atenciones solo sirve para una sola. Dicho de otra manera, con esta decisión se aumentó el costo pero se restringen los pagos vía plan del POS. Y si se tiene en cuenta que el fabricante aumentará las ventas en Colombia y hoy, con un dólar a $3.000, las multinacionales subirán los precios y los costos proporcionalmente se incrementarán con el subsecuente apremio en términos de costo-efectividad.
No se puede desconocer que la integración vertical trató de controlarse, pero misteriosamente ha continuado con una mirada cómplice del gobierno, donde los aportes de los colombianos en parafiscales de las cajas de compensación también son ahora parte de esa integración y ningún organismo de control se pronuncia. En conclusión, las carteras siguen creciendo. Las EPS continúan con sus prácticas de financiamiento, las medidas de control del gobierno aprietan la libertad de empresa y sofocan la sostenibilidad de los hospitales. La solución, por su parte, pareciera ser endeudarse más sin que el gobierno quiera asumir la responsabilidad de mantener estas estructuras que son las que favorecen intermediación, integración vertical, manejo de proveedores, pérdida de la calidad en la atención, y en medio están los pacientes que perciben una burocracia que se dedica a controlar el PyG mensual de cada EPS a toda costa.
Esperemos cómo los éxitos de tantas instituciones de salud en calidad, desenlaces, acreditaciones y posicionamiento del país en entornos internacionales, tendrán el valor para continuar en ese mar de insostenibilidad y dificultades reales del actual sistema de salud.
 
Por la salud como
derecho y bienestar integral

Álvaro Olaya Peláez Magíster en Salud Pública Decano, Facultad Nacional de Salud Publica Héctor Abad Gómez - Universidad de Antioquia
Discernir sobre el sector salud colombiano genera una sensación agridulce. Desde orillas opuestas escuchamos a diario argumentos que de un lado muestran un escenario positivo sobre la salud en el país, mientras aumentan los reclamos de quienes sufren en carne propia las inequidades e ineficiencias del sistema. Aún están frescas las declaraciones del ministro Alejandro Gaviria, cuando proclamó que la llamada “crisis de la salud” no es tan dramática como la hacen ver directores y trabajadores de muchos hospitales.
Estas declaraciones del Ministro que intentan bajarle intensidad a la dimensión de la crisis, me hacen imaginar a un paciente al que luego de un accidente su ortopedista le da la noticia tranquilizadora de que solo tiene fracturados un fémur, la clavícula y dos costillas, y le da la buena noticia que los otros 202 huesos están bien, como si así se minimizaran sus malestares.
Hay que reconocer que en indicadores del estado de salud de la población hemos tenido avances significativos en la última década, en la reducción de las tasas de mortalidad infantil y mortalidad materna, el aumento de la esperanza de vida al nacer, la cobertura de aseguramiento, entren otros. Sin embargo los avances no son suficientes y desde una perspectiva de Determinantes Sociales de la Salud, seguimos mostrando cifras que dan cuenta de las condiciones de inequidad y pobreza.
En el funcionamiento del sistema de salud se mantienen y agudizan las tensiones entre aseguradores, prestadores y usuarios, lo cual evidencia el fracaso de un sistema que se fundamentó en una concepción aséptica del mercado. Las premisas del pluralismo estructurado que predecían el comportamiento de los actores del sistema de salud no se cumplieron, no porque fuesen falsas, sino porque desconocieron la débil fortaleza moral propia de un escenario que deja de lado el compromiso por el derecho a la salud y se instaura en reglas de juego donde la transacción financiera es el núcleo de la operación.
No se entiende cómo, ante la evidencia del fracaso del modelo, el Estado persiste en mantenerlo en contravía a los clamores de los trabajadores de la salud, los usuarios del sistema y la rama jurisdiccional que mediante la Sentencia T-760 compiló la dimensión de la crisis y reclamó ajustes al sistema.
El avance legislativo que intentó corregir lo negativo de la Ley 100/93, sin tocar las bases estructurales del modelo, muestra una situación favorable a los intereses de la ciudadanía. En primer lugar, la Ley 1438/11 le apuesta a la conformación de Redes Integradas de Servicios de Salud con un enfoque de Atención Primaria, lo cual propicia esquemas de prestación de servicios desde lo territorial, con mejores pronósticos de equidad y eficacia. La aplicación de estas normas puede afianzar el papel de los prestadores, brindar ganancias en la situación de salud de las poblaciones y darle un empuje a las redes públicas de servicios de salud.
Posteriormente la Ley Estatutaria en Salud regula el derecho fundamental a la salud. La expedición de esta ley es un triunfo de la movilización social, política y legislativa por el derecho fundamental a la salud. Y según el concepto de valiosos juristas, para su cumplimiento no es necesaria la reglamentación, pues los derechos fundamentales no están sujetos a ninguna forma de regulación: por el solo hecho de que se definan como tales, se debe garantizar su reconocimiento.
¿Qué ha pasado luego de estas leyes? Nada. Se repite la vieja historia de nuestro espíritu a la vez legalista y paralizante. Se expiden normas y nos sentamos a esperar que por sí solas modifiquen las condiciones del país.
Es hora de buscar un gran acuerdo nacional sobre lo que debe configurar un sistema de salud en un Estado Social de Derecho. Tenemos pistas sobre lo que no debe ser el factor que lo determine: concebir a la salud como un sector de la economía en donde las necesidades de los usuarios sean consideradas, no como un derecho fundamental, sino como un medio de transacción financiera. Pensemos la salud a la vez como un derecho y un camino hacia el bienestar integral de la sociedad: en esa ruta debemos invertir toda la creatividad ciudadana.
 
  Bioética
Sin seso
Ramón Córdoba Palacio, MD
Nos enseña el Diccionario de la Real Academia Española que “seso” en su primera acepción es cerebro: «1.m. cerebro», en la segunda «2.adj. coloq. De escasa inteligencia. U. t .c. s.» y en la tercera, «3. m. Prudencia, madurez».

Infortunada pero realmente es lo que padece hoy día nuestra cultura, especialmente en América Latina, donde los dirigentes nacionales ostentan con sus comportamientos «…escasa inteligencia» y total carencia de «prudencia», de «madurez».
Prudencia, « (Del lat. prudentía), según el Diccionario de la Real Academia Española, significa: «1. f. Templanza, cautela, moderación. 2. f. Sensatez, buen juicio». Templanza, significa, según el Diccionario citado: «1. f. Moderación, sobriedad y continencia». Y por continencia, de contener, entendemos: « 3. tr. Reprimir o moderar una pasión».
¡Qué lejos están estas virtudes de la conducta de nuestros dirigentes! Emplean consciente y frecuentemente, según el Diccionario de la Real Academia Española, la: «2. f. Astucia, maña y sutileza» pero «para engañar», no para el engrandecimiento del país que desorientan sino para su personal provecho. Son fieles discípulos de Luis XIV, el Rey de Francia, a quien la leyenda, no probada, le atribuye la célebre afirmación: «El Estado soy yo». Su discernimiento no tiene norte, depende de las posibles ganancias económicas personales bien calculadas, el norte de su brújula es su propia persona como meta sin otra posible orientación.
Conscientemente olvidan la dignidad humana intrínseca de quien así obra y de quien infortunadamente recibe su acción. Su egolatría les hace pensar que sólo ellos son dignos de respeto; se adoran a sí mismos y todo lo demás, incluyendo a los seres humanos, debe postrarse ante ellos; confunden el bien y el mal, principios éticos universales, con el capricho de su yo hipertrofiado.

NOTA: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-.
 

Maestro, ¿qué es eterno?

La guerra parece eterna, pequeño saltamontes. Lo eterno es el ánimo bélico del hombre. Pero hay algo más eterno: Dios, y la paz que es uno de sus atributos. Cuando el hombre logre la iluminación divina y la transforme en voluntad colectiva, desde ese día, la paz será eterna.

 
 











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