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| Reflexión
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"El
Estado positivo, tal como lo comprende Comte, será el reino
del racionalismo puro, el reino de la cabeza y la muerte del corazón.
Esto no es posible. Hombres así formados por la ciencia
son monstruos morales. Tienen atrofiado el corazón a expensas
de la cabeza".
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| Claude Bernard
(1813-1878). Biólogo teórico, médico y fisiólogo
francés. Fundador de la medicina experimental, entre sus aportes
a la medicina destaca su estudio del síndrome de Claude Bernard-Horner,
de principios generales de la farmacodinamia moderna y funciones del
sistema nervioso. Introdujo los conceptos homeostasis
y medio interior, fundamenta los estudios de metabolismo
y secreciones, e importantes contribuciones a la terapéutica.
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Los tres
males del sistema de salud
Fernando
Ruiz Gómez - Director Cendex, Universidad Javeriana - elpulso@elhospital.org.co
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El sistema de salud
lleva varios años en crisis. Repetidos intentos para
ponerle orden han resultado infructuosos. El último
capítulo, además, invoca un espíritu
de linchamiento sobre las EPS, muy alentado desde algunos
gremios y organismos de control del Estado, bajo la tesis
plausible de atacar la corrupción, ese cáncer
nacional.
Es un argumento válido pero sesgado, ya que, como evidencian
las noticias de los últimos días y la historia
del sector, la corrupción no es exclusiva de las EPS,
ni del sector de la salud. Al final, las corruptas no son
las empresas, sino los hombres y sus conductas. Es evidente
que el sistema tiene muchos aseguradores que no merecen ese
nombre. Pocos están protegiendo a sus afiliados con
ética y responsabilidad. Pero de ellos no se aprende. |
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El debate ha desviado
la mirada de los verdaderos problemas del sector. Las soluciones
que se han puesto sobre la mesa parecen ofrecer un salto al
vacío, con incalculables consecuencias para la protección
de la salud de las familias colombianas. Médicos y
hospitales independientes deben reflexionar sobre las implicaciones
de los sistemas públicos centralizados, de los cuales
todos los países del mundo se han apartado por insostenibles,
malos pagadores y por los racionamientos de servicios a la
población. |
William Hsiao,
profesor en Harvard, la autoridad mas reconocida en reformas
de salud y asesor de las exitosas reformas de Taiwán,
China y Suecia, decía que la Ley 100 de 1993 ha sido
la única en el mundo que ha movido dos controles simultáneamente:
el aseguramiento de toda la población y la transformación
completa del sistema hospitalario. Se esperaba que, usando
eficientemente los recursos existentes, se lograría
que todos los colombianos accedieran a los servicios, justificado
en el objetivo final de generar equidad en salud en un país
tan desigual como Colombia.
De hecho, antes de 1993, el sistema era muy inequitativo:
cubría el 74,3% de las necesidades de atención
médica de los más ricos. En contraste, solamente
el 16% de los más pobres accedía a servicios
médicos. De acuerdo con la Encuesta de Calidad de Vida
2010, la cobertura actual de servicios médicos es 71%
y 83%, respectivamente. El esfuerzo valió la pena.
Lo anterior también explica un primer gran problema
del sistema vigente: la demanda desbordó completamente
a la oferta. De un 20% de asegurados en 1990, pasamos al 92%
en 2012. La tasa de hospitalización es mas parecida
a la de un país europeo que a nuestros vecinos latinoamericanos,
y es prácticamente igual entre ricos y pobres. La provisión
de medicinas creció del 53% de las fórmulas
en 2003, al 79% en 2010. La diferencia se llama régimen
subsidiado, o el Sisbén, como coloquialmente
lo conoce la población. |
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Con 19 años
de vida, el modelo de salud
colombiano es un adolescente al que aún le falta
madurar.
La solución no es tan simple como acabar
con unas cuantas EPS.
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El segundo problema
es que el sistema está gravemente desfinanciado. El
gobierno cuenta solamente con $28 billones para financiar
la salud; $600.000 por colombiano al año. El resto
es gasto de la población, por fuera del sistema. Méjico
paga por el aseguramiento de los más pobres US$800
($1,4 millones) por persona, para un plan que no llega a la
mitad de los beneficios del régimen subsidiado. Por
asegurar el POS subsidiado, el gobierno colombiano apenas
reconoce $352.000, y esa plata no alcanza.
El tercero es el problema más grave: al interior del
Estado colombiano y entre los gremios del sector se ha enquistado
una prolongada y profunda divergencia de objetivos. Esto ha
ocasionado, a través de los años, un profundo
daño a su aceptación por parte de la población
y la incredulidad sobre la capacidad de los gobiernos para
regularlo. La respuesta del Estado ha sido catastrófica
y se ha orientado a incentivar el sobre-consumo a través
de decisiones judiciales y normas anti-técnicas que
conducen a lo que los expertos en seguros denominan abuso
moral (o consumo desproporcionado): el de
servicios de salud es un mercado único, donde el Gobierno,
como comprador de aseguramiento, impone el precio (UPC), define
las características del producto (POS) y transfiere
el riesgo. Todo ello sin información suficiente, después
de 20 años. Como respuesta al desfinanciamiento, desde
EPS, IPS y proveedores se ha impuesto una feroz cacería
por rentas para mantener su sostenibilidad, a través
de diferentes mecanismos, como los recobros y el no pago de
los servicios prestados. Ese sí es el mercado salvaje,
donde todos pierden, no el mercado regulado y transparente
que debía existir.
El gobierno y todos los colombianos deben reflexionar sobre
lo que significaría el colapso del sistema de salud.
La población colombiana tiene una alta carga de enfermedad,
especialmente concentrada en los más pobres y los residentes
de las regiones del país que no se han integrado al
desarrollo, en donde los indicadores de desnutrición
y mortalidad infantil triplican los promedios nacionales.
La solución más simple parece acabar con las
EPS. Esa es la salida espuria de matar al portador de las
malas noticias. Debemos ir a las verdaderas causas del problema.
El equilibrio en los sistemas de salud es muy precario. Las
necesidades siempre superan los recursos disponibles: humanos,
financieros e institucionales. El bien común debe reorientar
los objetivos políticos y gremiales. Se debe superar
la ruleta rusa de sus agendas públicas, en donde se
anteponen los intereses. Estamos arriesgando a la población
colombiana a retroceder a ese oscuro pasado en que los médicos
resignadamente aceptábamos que los pacientes tendrían
un destino diferente en los hospitales de caridad,
porque no tenían la posibilidad de pagar los medicamentos
y procedimientos que les debían haber salvado la vida.
Nota: Artículo publicado en El Espectador, julio 19
de 2012. |
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Bioética
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Otro error en salud
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Carlos
A. Gómez Fajardo, MD - elpulso@elhospital.org.co
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| Hemos
explicado que con la inicua Ley 100 se generó un marco
legal para imponer a la Nación un colosal error antropológico,
trasplantado de otras latitudes: el ser humano, razón
de ser de la organización social, no puede ser reducido
a homo economicus. Aquella complejísima red
de normas convirtió lo que atañe a la salud en
una infinita serie de pequeñas y grandes pujas por poder
y dinero. |
El
sistema colapsó, poniéndose en evidencia que se
trataba de una desigual lucha de poderes e intereses, en medio
de la cual algunos supieron salir favorecidos -económicamente-
y otros continuaron en una situación de inferioridad
que va agravándose con el paso del tiempo. ¿No
es de inferioridad la actual situación de las IPS, convertidas
en menesterosas instituciones doblegadas ante el implacable
yugo de los intermediarios financieros?
Al error antropológico se suma un grave error ideológico
y de teoría económica: comentaba recientemente
un editorial de la revista Medunab (14(2):83-85, 2011), que
la Ley 100 redujo al Estado colombiano a un simple 'modulador'
o 'armonizador' de las leyes del mercado en el negocio de la
salud. Añadía que con la eliminación
del antiguo ministerio del ramo surgieron otros entes que pretendieron
ser reguladores de la competencia entre IPS y EPS,
el Consejo Nacional de Seguridad Social en Salud (CNSSS) y la
Comisión de Regulación en Salud (CRES). Es muy
sugerente el interrogativo título de la nota editorial
a que hacemos referencia: Los profesionales de la salud
y la crisis del sistema de salud en Colombia: ¿Indignación
o acomodamiento?.
Hay que llamar la atención sobre los errores conceptuales:
la salud no es un negocio. Y uno adicional, mencionado por Joseph
Stiglitz en un artículo clásico: La mano
invisible de Adam Smith -la idea de que los mercados libres
llevan a la eficiencia como si estuvieran guiados por fuerzas
inobservadas- es invisible, al menos en parte, porque no está
allí
.
El premio Nobel de Economía se refería a una crítica
al fundamentalismo de mercado, a la economía simplista
de mercado que fue precisamente algo de lo que tuvo en su inspiración
original el golpe dado al sistema sanitario por la citada ley.
Por ello no hemos compartido la común idea de que la
Ley 100 era buena en su espíritu. No lo era;
estaba, política, filosófica y antropológicamente,
errada en su estructura, en sus genes constitutivos: obedeció
a una moda ideológica que infortunadamente aún
prevalece, que es la de aquellos economistas que quisieron creer
e imponer que los temas sanitarios se podrían entender
como un negocio más, como algo del resorte exclusivo
de unas neutrales y anónimas fuerzas del mercado.
La misión del Estado en lo que atañe al ejercicio
efectivo de la solidaridad no puede enfocarse meramente bajo
criterios economicistas. No es mediante decretos, tutelas o
leyes (negociadas en complejísimos entornos de intereses
particulares, políticos y económicos), que se
puede ejercer efectivamente el reconocimiento y promoción
de la dignidad y de la condición personal de todos los
asociados.
No bastó con remitir los problemas sanitarios a unos
jueces, ocupadísimos funcionarios judiciales que terminaron
emitiendo miles de órdenes y autorizaciones sobre la
pertinencia y oportunidad de tratamientos médicos a instituciones
igualmente ocupadas y agobiadas, carentes de los medios para
proveer efectivamente esos mandatos. No fue suficiente
ni idóneo que el Estado privilegiara con su normatividad
a unos intermediarios financieros -y a otros hábiles
comerciantes que supieron medrar por allí-, que aprovecharon
al máximo su poder para nutrirse generosamente del dinero
de los colombianos. Ellos se convirtieron en una mano todopoderosa,
no tan invisible, pero, eso sí, dura e implacable.
Nota 1: Este articulo fue publicado en "El Mundo",
en julio 7 de 2012 (www.elmundo.com) |
| NOTA:
Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética
-Cecolbe-. |
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Maestro, ¿qué es eterno?
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Cualquier
cosa, menos el puesto de un ministro, de un superintendente
de salud o de un técnico de fútbol. Cuando menos
piensan tienen que salir en bombas de humo por los pecados
propios o ajenos. No te aferres pequeño saltamontes,
a los cargos terrenales. Los únicos cargos fijos eternos
son el de Dios y el de la cuenta de servicios públicos.
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