Enhorabuena, el Ministerio de Salud abrió un espacio
en su página virtual para recibir las opiniones de
personas e instituciones sobre el borrador del decreto reglamentario
que elaboró para los medicamentos de origen biológico
y biotecnológicos. Como en otras coyunturas de consulta
ciudadana realizadas por el gobierno, hay que decir que
la iniciativa es necesaria y positiva dentro del espíritu
de participación democrática.
Falta ver qué tanto coinciden las palabras con los
hechos, en un sector tan sensible como la salud, en el cual
ya estamos acostumbrados a más de una decepción,
a más de una promesa incumplida. Seamos optimistas
y esperemos que esta vez con la reglamentación de
los productos biotecnológicos, sí atiendan
a las incontables opiniones expresadas.
Nos consta que desde todo el país se respondió
con generosidad y además con gran conocimiento y
profundidad. Desconocer el contenido de tantas voces sería
frustrante, sobre todo considerando que la mayoría
de observaciones coinciden con el ente oficial al aplaudir
el espíritu general del articulado y el interés
manifiesto de la señora ministra, Beatriz Londoño,
de proteger a toda costa la salud de los colombianos.
En este punto hay una discusión interesante. Esa
invocación por la salud del pueblo es una plática
que esgrimen por igual los defensores de la entrada de medicamentos
biosimilares al mercado de Colombia, y los defensores de
la primacía de biotecnológicos o productos
pioneros como única alternativa terapéutica
para muchas enfermedades.
Más basta leer las observaciones de algunas asociaciones
médicas y algunas asociaciones de pacientes, para
darse cuenta de la manipulación de que son objeto
por parte de algunos laboratorios multinacionales farmacéuticos.
Ante el vencimiento de algunas patentes, que atañe
al mercadeo transnacional y que no tendría por qué
repercutir sobre la salud pública de algún
país, parece que hay poderosas compañías
farmacéuticas que tratan de aferrarse a unos pocos
nichos de mercado, entre ellos el colombiano.
Dios asista a nuestras autoridades de salud en este trance,
porque si la señora Ministra y el Presidente Santos
examinasen con serenidad el entorno de esta consulta y el
consenso entre el borrador de decreto y las opiniones expresadas,
verían que tienen a la vista una perspectiva de gobernabilidad
para el sistema de salud, una posibilidad de aliviar sus
aporreadas finanzas por los exorbitantes y escandalosos
recobros de medicamentos. Y por ende, la ocasión
de avanzar en el propósito de atacar la corrupción
en algunos de sus focos más virulentos, y sobre todo
de servir a todos los conciudadanos proporcionándoles
biológicos de calidad, seguridad y eficacia, probados
y reconocidos incluso por agencias internacionales tan prestigiosas
como la EMA de Europa y la FDA de Estados Unidos.
Es además momento propicio para que las autoridades
colombianas hagan un ejercicio de soberanía y de
responsabilidad política frente a la población.
Desde luego, como lo advierten las entidades científicas
y gremiales más importantes de Colombia, tiene que
haber una permanente disposición para realizar pruebas
clínicas y pre-clínicas a los productos que
los requieran, pero el Ministerio de Salud no puede caer
en la trampa de generalizar lo excepcional. De nuevo, la
disyuntiva está entre el discurso del negocio y el
discurso del derecho a la salud.
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