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El pasado mes de diciembre, los medios de comunicación
del país dieron cuenta de la decisión adoptada
por el Consejo Nacional de Seguridad Social en Salud, de incluir
varios métodos de planificación familiar en
el Plan Obligatorio de Salud POS, así que las mujeres
afiliadas al Sistema de Seguridad Social en Salud quedarían
cubiertas por métodos de anticoncepción que
hoy no se reconocen en el POS, tales como el parche o implante
subdérmico, la píldora del día después,
las píldoras anticonceptivas y la inyección
de Medroxiprogesterona. Según el Director de Gestión
de la Demanda en Salud del Ministerio de la Protección
Social, esta decisión estuvo soportada en un estudio
presentado al Comité de Medicamentos y Evaluación
de Tecnologías, una instancia asesora del Consejo.
El estudio en cuestión busca evaluar la oferta de anticonceptivos
en el POS y contrastarla con la oferta que se tiene en el
mercado colombiano y los métodos de planificación
recomendados por la Organización Mundial de la Salud,
según la efectividad y la razón costo-efectividad
de cada uno (el costo por embarazo no deseado que se previene),
de modo que se sugiere una lista de anticonceptivos que deberían
proveerse de manera gratuita para reducir los embarazos no
deseados y controlar la natalidad. Además, el estudio
intenta estimar el impacto que tendría la inclusión
de estos métodos sobre el gasto realizado por las Empresas
Promotoras de Salud EPS, lo cual resultaría de comparar
el gasto que se efectúa en la atención de partos
y otros conceptos atribuidos a la situación en la que
no se suministran los anticonceptivos, por una parte, con
los gastos correspondientes al escenario en el que éstos
se suministran, por la otra, lo que resultaría probablemente
en un ahorro debido al menor número de embarazos y
partos.
Este estudio y el proceso relativo a la decisión sobre
el suministro de una oferta más amplia de anticonceptivos
merecen varios comentarios y el llamado a la comunidad académica
del país y a los actores del Sistema de Seguridad Social
en Salud, para que se realice un debate más amplio
y bien documentado con miras a facilitar que las políticas
públicas partan de reconocer los problemas de la manera
más cercana a la realidad posible y planteen soluciones
acordes con dichos problemas, para que de verdad éstos
se modifiquen de manera positiva. Vale destacar entonces,
en primer lugar, que lamentablemente la institucionalidad
del sistema es frágil e inestable, lo cual indica que
no hay garantías para tomar decisiones que se aproximen
al bien común, que sean sostenibles y no vayan en contra
de los propios principios del sistema. En este caso, basta
con mencionar que si bien los medios de comunicación
anunciaron que el Consejo había tomado una decisión,
en realidad ésta aún no se formaliza y se encuentra
en discusión; además, el funcionamiento del
Comité de Medicamentos y Evaluación de Tecnologías
que aparentemente es el responsable del estudio, y la falta
de discusión y consulta a expertos de diversas disciplinas,
señala también que hace falta transparencia
y rigor técnico en un proceso con tantas implicaciones.
En segundo lugar, sin pretender realizar una evaluación
exhaustiva del estudio, en principio puede decirse que la
propuesta metodológica para abordar el tema es apropiada
y en tal caso sería pertinente validar los datos de
partida y los supuestos para el análisis, de modo que
los resultados puedan ser más confiables y ofrezcan
mejor aproximación a la realidad que significaría
el suministro gratuito de anticonceptivos por parte de las
EPS.
Ahora bien, con el ánimo de contribuir a la discusión,
de manera coherente con la búsqueda de una mejor institucionalidad,
el estudio carece de una mirada interdisciplinaria y en especial
tiene grandes vacíos en el análisis demográfico
y económico; en el primer caso, es fundamental iniciar
la discusión sobre la tasa de natalidad como variable
de política, de modo que se reconozca la magnitud del
problema, las posibilidades reales de reducir el indicador
y las particularidades del mismo entre grupos de población,
todo lo cual debe complementarse con el análisis desde
la perspectiva de la epidemiología y la salud pública,
para afinar un diagnóstico en el marco de la salud
sexual y reproductiva, que entre otras permita focalizar el
problema y evaluar alternativas de solución que también
tenga en cuenta aspectos culturales; en el segundo caso, el
análisis económico debe pasar por el filtro
técnico de quienes saben de economía y particularmente
del análisis costo-efectividad y costo-beneficio, pues
sobre el particular el estudio no ofrece mucha claridad y
sus resultados no son confiables por los supuestos adoptados,
así como es necesario conocer a fondo el comportamiento
de la demanda por anticonceptivos.
Una de las cuestiones más preocupantes, y que merecen
ser validadas para orientar las decisiones del Consejo, se
refiere al impacto que aparentemente traería el suministro
de los anticonceptivos sobre el balance de la Unidad de Pago
por Capitación UPC, pues del estudio se desprende que
las EPS recibirían un ahorro neto, es decir, el gasto
incremental por el suministro de anticonceptivos se vería
más que compensado con la reducción de gastos
por embarazos evitados y otros efectos, como una menor ocurrencia
del cáncer de seno y el cáncer uterino. Sin
embargo, como lo muestran los datos del propio estudio, este
resultado solo es válido cuando se asumen supuestos
muy poco plausibles, ajenos a la realidad, como que sin el
suministro propuesto se tendrían más de dos
millones de embarazos no deseados, cuando en el país
apenas se tiene menos de un millón de partos en el
año. Además, de ser cierta la información
que ofrece el estudio, para recuperar los costos de suministrar
los anticonceptivos, el número de partos tendría
que reducirse prácticamente a cero en el país.
Por otra parte, es necesario hacer consideraciones sobre el
impacto según el tipo de usuarias, EPS y regiones del
país.
No se trata de poner en duda las bondades y buenas intenciones
de la política nacional de salud sexual y reproductiva,
y mucho menos de servir de aguafiestas para que la misma no
tenga éxito. Más bien, se pretende buscar una
mejor armonía entre propósitos sociales o filantrópicos
que deben ser financiados con recursos de la seguridad social
(no propiamente de la caridad o la donación de los
proponentes de tales iniciativas), con la restricción
de recursos que caracteriza a todas las sociedades; tal vez
sea más efectivo focalizar la entrega e inducir la
demanda de anticonceptivos entre los grupos de población
más vulnerables, que ofrecer con demagogia y populismo
lo que al fin de cuentas no puede garantizarse a todos. Así
que el estudio comentado merece ser concluido y puesto en
discusión entre la comunidad académica y científica,
grupos organizados de la sociedad civil y actores del sistema.
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