MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 5    NO 60   SEPTIEMBRE DEL AÑO 2003    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

En esta edición...

Claudia Gómez - Su bella voz que es buen presagio

Decirle “Doctor” al hablador y otros eufemismos

El Remolino

Claudia Gómez
Su bella voz que es buen presagio Ana Ochoa Periodista elpulso@elhospital.org.co

Y aquella voz femenina, voz del hondo jazz, voz carnal de espíritu en viaje, repetía para nuestro asombro: “los vientos, las dunas y las rocas pueden cantar…yo las he oído con la llegada del frío de la noche”. Es Claudia Gómez, cantante y guitarrista, leyendo en baja voz a George Steiner con la convicción de quien ha sabido del misterio de la música, de la “avaricia” de las palabras frente al “milagro cardinal de una boca que canta”, del apocamiento del habla frente a la melodía, de la melodía que despoja al texto de todo su poder, del “despotismo del significado”, de los “legados imperfectos” de la escritura y, en fin, repite ella, de la “rica pero monocorde melodía” que producen las palabras frente a la infinita música.
Claudia Gómez, cantante, guitarrista, compositora y arreglista, vuelve a Colombia luego de 20 de más de 20 años en Estados Unidos y Europa.
¿Palabras? “Dios no se deja engañar, él odia la literatura” escribió el filósofo Maritain. “El miedo de Platón a la música tenía su razón de ser” lee Claudia Gómez con una sonrisa austera, casi elegante en ese asomarse sin estridencias al vacío.
“La música, el fluir del inconsciente, excede la expresión de las palabras. En mi trabajo, las letras pueden llegar a ser sólo fonemas, nuevas rutas, pero no el centro, a diferencia de lo que ocurre con tanta frecuencia, por ejemplo, en la música popular española, que es maravillosa, pero muy apegada a la palabra y, en definitiva, muy diferente del camino musical, en especial jazzístico, que he recorrido”, comenta. Sus fusiones de Jazz con ritmos tradicionales colombianos como el bambuco, no nacen del nuevo huevo de premios Grammy ni de la cosecha de menciones en la Billboard (aunque también ha estado en ella). Claudia Gómez lleva más de dos décadas de trabajo y es, sin duda, la pionera de la exploración en Colombia de las músicas populares y sus diversas fusiones. Inteligente, viajera por todas las regiones de Colombia, maestra sin academia y famosa sin ostentación, dejó Medellín en los años 70 y salió para el Londres duro, a vivir de la música. Ahora vuelve a su país luego de 6 discos (*) y un proceso de convergencias musicales de años, con una vida de estudio que ha regulado la precipitud de la debutante, que ha tallado sus iniciales urgencias para dejarlas en nada, o en casi nada, porque, dicen los que saben de eso, que a la verdad propia se llega despacio y siempre eliminando.
Claudia Gómez , pionera de la fusión de jazz con ritmos latinoamericanos. Foto con Sonia Martínez y Doris Chávez. Con su guitarra ha estado por igual en calles donde bailan porros o flamencos, o en fiestas con fastos raros y condesas; también en bares, tocando con su hermano rockero, o cantando con bandas de Jazz y grupos de ritmos suramericanos en las noches de Bogotá, Londres, Barcelona y principalmente en San Francisco, donde permaneció 15 años. Es licenciada en música de la Universidad de San José, en California; con estudios de composición y Jazz en Oakland. Ha sido también maestra de percusión africana, brasilera y colombiana; cantante, guitarrista, compositora y arreglista.
También es licenciada en antropología y ha explorado diferentes culturas musicales. Por ejemplo, su experiencia con la música brasilera fue intensa y, en todo caso, aquella pesadumbre humana, tantas veces interpretada allí con alegría ambivalente, le enseñó que “es mejor sufrir en do menor que sufrir callado”.
“El miedo de Platón a la música tenía su razón de ser”
George Steiner citado por Claudia Gómez.
Estamos en la sala de su casa entre las arboledas de Envigado. Una casa llena de viejas fotos familiares pegadas hasta en las caperuzas de las lámparas. Allí está su hermano en blanco y negro, de pelo sobre los hombros, recordando que la muerte es engañosa. Allí, también, las imágenes de su padre odontólogo y músico. Pero en puesto de honor las fotos y carátulas de discos de su madre, Angela, reconocida cantante. Hace poco, en Medellín, fue aplaudida cuando con una belleza de voz que no admite ocasos cantó acompañada de su hija, en escenario compartido también con la famosa cantante española Martirio. Su padre -abuelo de Claudia- era el industrial Enrique Suárez, nacido hacia 1897 en Marmato, dueño de buena parte de Umco e impulsor de otras empresas, pero además flautista que había fundado en Medellín una banda llamada “Jazz Nicolás”. Así que en la historia de Claudia Gomez hay tradición, aunque a esta palabra le tiren piedras los malquerientes de los privilegios. Pero si algo no ha tenido Claudia Gómez es caminos despejados. Y no es por ponerle moño roto a la historia de la artista para regalársela a un público que quiere leyendas de superación, e historias que encajen en el molde plástico de la publicidad. Lo que ocurre es que dedicarse a la música con exclusividad implicó conflictos, traiciones a la llamada “tradición”, búsquedas más allá de su protectora casa y, en definitiva, solidez de carácter y determinación poco frecuentes. Bernstein decía que todo buen artista tiene su impedimento. “Yo tuve un padre”, repetía. Las familias no siempre hacen buena sombra. En este caso la familia de músicos fue apoyo más que interferencia, pero este medio no es precisamente favorable al estímulo de los artistas antes del premio o la mención internacional. No obstante, hay seres talentosos en su arte y en su vida, particularmente dotados para pactar duelos con la desesperanza y el miedo. Algunas veces su talento alcanza maduración trascendente y “triunfan” según dicen algunas biografías. Y si se hunden, lo hacen sin ruido como recomendaba Tagore. Pero salen aguas más allá, flotando en maderas de guitarra y mirando como ella, de frente, con ojos sin disimulos y sin maquillaje. ¿Qué logró? Esas preguntas abundantes y sin ritmo, son pasatiempos perniciosos de afanados contabilistas que se contentarían con decir que Claudia Gómez es famosa, sale en revistas internacionales y sus discos se pueden comprar en la Internet.

Sinembargo, por debajo de las piedras de nuestra mala conciencia, se filtran dudas y voces de viejos tonos recordando que lo más hermoso de la obra humana es el ascenso del espíritu, su depuración, “la flecha en el azul”, que nombraba, casi cantaba, Pedro Gómez Valderrama.

Claudia Gómez, Café Madrid, 2001.

Discografía (*)

Vivir Cantando, MTM Records.
Tierradentro. Xenophile, Green Linnet Records.
Salamandra. Clarity Records
Recopilaciones:
Music from coffee lands. Putumayo Records
Divine Divas. Round Records
Serpentine Features, Crosspulse

Ocioso lector
Decirle “Doctor” al hablador y otros
eufemismos
El albañil pasa a ser “profesional de la construcción”, el obrero “productor”, la cocinera “empleada del hogar”…Don Manuel Seco, en un ensayo denominado El eufemismo y el lenguaje administrativo (en “Poemas y ensayos para un homenaje” de la Universidad de Salamanca) recuerda esta singular tendencia de sobreelevar las profesiones y cambiar los nombres por curiosos refinamientos. Y señor -y ni se diga doctor- es casi que cualquiera. Recuerda que “en 1596 escribía Juan Rufo en las Seyscientas apotegmas: 'Ningún hombre del mundo está contento con su suerte, y de la misma manera ninguno huelga de oír al justo su definición, condición, calidad, talle ni figura; y así, al rey agrada más el título de monarca; al señor, el de príncipe; al caballero, el de señor; al hidalgo , el de caballero; al villano, el de hidalgo.' Y poco más tarde, en 1611, Francisco de Quevedo en El mundo de por dentro: 'Todo es hipocresía. Pues ¿en los nombres de las cosas no la hay mayor en el mundo? El zapatero de viejo se llama entretenedor del calzado; el botero, sastre de vino, porque le hace de vestir; el mozo de mulas, gentilhombre del camino; el bodegón, estado; el bodegonero, contador; el verdugo se llama miembro de la justicia, y el corchete, criado; el fullero, diestro; el ventero, güesped; la taberna, ermita; la putería, casa; las putas, damas; las alcagüetas, dueñas; los cornudos, honrados. Amistad llaman el amancebamiento; trato, a la usura; burla, a la estafa; gracia, a la mentira; donaire, a la malicia; descuido, a la bellaquería; valiente, al desvergonzado; cortesano, al vagabundo; al negro, moreno; señor maestro, al albardero; y señor dotor, al platicante (…) A toda pícara, señora hermosa; a todo hábito largo, señor licenciado; a todo gallofero, señor soldado; a todo bien vestido, señor hidalgo; a todo fraile, motilón, o lo que fuere, reverencia y paternidad; a todo escribano, secretario'. Y agrega Manuel Seco que en la mayoría de los casos se trata de hallar un nombre de resonancia más culta y más distinguida. Así tenemos el esdrújulo helenismo de ‘oftalmólogo' que es perfecto sinónimo de 'oculista'”

Abundantes y curiosas correcciones hechas a mano, multiplican el encanto de “Manuscritos olvidados”, colección de poemas inéditos del peruano César Vallejo. Los textos, escritos en un cuaderno escolar en el que se lee “Cartilla escolar antifascista”, fueron recopilados por la Universidad Católica de Lima y la Editorial Británica, Támesis Books.

Llega a Colombia “Las mujeres de verdad tienen curvas”, película de la arqueóloga y antropóloga colombiana Patricia Cardoso, ganadora del premio del público en el Sundance Festival -2002-, dirigido por Robert Redford. Esta profesional de la Universidad de Los Andes en Bogotá, estudió cinematografía en UCLA, Universidad de California, en Los Angeles, y su cinta ha recibido el respaldo de cadenas fuertes como HBO, que ya la ha vendido en 12 países.

Kafka, los años de las decisiones”, es el primer tomo de la biografía escrita por el matemático y filósofo alemán Reiner Stach, publicada por Siglo XXI. Según su autor, la obra revela, no el conocido retrato del neurótico y enfermo creador, sino la personalidad de un ser con insospechadas fortalezas. Y no podían faltar las curiosidades que tanto persiguen los biógrafos, entre ellas la preocupación constante de Kafka por su salud y su bienestar corporal, y sus obsesiones con temas como el vegetarianismo y la natación.

Al parecer en 1888 los pintores Paul Gauguin y Vincent Van Gogh, se aventuraron en un proyecto llamado mesiánicamente “El renacimiento del arte”, que daría origen a un histórico capítulo de la creación artística, poblado de colores iniciáticos y desconocidos paraísos. El Grand Palais de París hace una exposición con motivo del centenario de la muerte de Gauguin, con más de 300 obras, entre pinturas, esculturas, dibujos y fotografías, realizados en Tahití por ese controvertido disidente que, por cierto, es también protagonista de la última novela de Mario Vargas Llosa, “El paraíso de la otra esquina”.



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