MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 6    NO 81  JUNIO DEL AÑO 2005    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Doctor Alfonso Ortiz Tirado
El médico que curaba con su voz
Hernando Guzmán Paniagua Periodista - elpulso@lhospital.org.co
45 años después de su muerte, el tenor lírico y médico mejicano Alfonso Ortiz Tirado, sigue brillando como ejemplo de humanismo y consagración a la causa de los más necesitados.
En un pueblito de ambiente semi español, alumbrado por lámparas de gas y donde la música salía de los organillos mecánicos y de los primitivos fonógrafos de manubrio, nació el 24 de enero de 1893 el embajador lírico de la canción mejicana y destacado filántropo: el doctor Alfonso Ortiz Tirado. Tal era la condición de Álamos, un villorrio del estado de Sonora en Méjico, a fines del siglo XIX, con sus calles empedradas, sin autómoviles, sin cines, sin discos ni sinfonolas. Allí mismo vino al mundo 21 años después la deslumbrante María Félix, leyenda del cine azteca. Era una época de grandes representaciones teatrales, que tocarían la sensibilidad del niño Alfonso Ortiz Tirado.
Cuán diminuta y provincial sería Álamos, si la misma Ciudad de Méjico también tenía entonces sus calles en piedra y por ellas circulaban los tranvías tirados por mulas y las luces eléctricas eran muy escasas, hasta 1898, cuando se inauguró el moderno alumbrado público. En este mismo año, los pobladores podían disfrutar de las bandas de música que tocaban en el quiosco de la Alameda Central o en el Jardín de Santa María la Ribera. El futuro cantante creció en un hogar donde reinaba la música. Sus hermanas Sara y María Luisa eran mezzosoprano y soprano respectivamente. En segundo año de primaria ya era solista en el coro del colegio de los jesuítas y a los once años de edad suplantaba la voz de una de sus hermanas cantando tras los cortinajes, en un homenaje a la primera dama Carmen Romero Rubio. Por la forma en que Ortiz Tirado ejerció el canto y la medicina, se convirtió en apóstol de los más pobres y humildes. En el consultorio y en el escenario, el gran benefactor supo curar de su eterna tristeza a Méjico y a muchos otros países.
Sangre española, lírica y gitana
La formación del gran tenor Alfonso Ortiz Ortiz Tirado es como un gran crisol donde se mezclan las mejores esencias musicales. Esa que fuera una de las voces más bellas y amadas dentro y fuera de Méjico, resumía en sí las mejores aportaciones de la canción española, el sentimiento gitano, la lírica operática italiana, el vals vienés, la opereta francesa, la gracia y vitalidad de Cuba y Méjico, y por supuesto, el don personal de aquel timbre cálido, tierno y aterciopelado que todavía hace suspirar a quienes lo escuchan.
Toda esa alquimia musical pasaría también por el influjo del gran tenor italiano Tito Schipa, por el talento creador de Agustin Lara, Alfonso Esparza Oteo, Gonzalo Curiel, María Grever, MarioTalavera, Miguel Prado y Eliseo Grenet, entre otros compositores, y se decantaría con la técnica vocal del maestro Pierson, el mismo que modeló las famosísimas voces de Juan Arvizu, José Mojica y Pedro Vargas, los otros miembros del cuarteto que difundió la lírica mejicana por el mundo hispano parlante.
Su voz de terciopelo resumía las mejores esencias del canto español, la lírica italiana, la gracia de Méjico y Cuba, y el sentir gitano
Quienes aman la música del doctor Alfonso Ortiz Tirado, lo recuerdan principalmente por dos géneros populares que marcaron la canción en Latinoamérica antes de promediar el siglo XX: el bolero y las llamadas “españolerías”, en los cuales el gran tenor brilló con luz propia. Sus magistrales interpretaciones de lo español y lo gitano se explican, además de las profundas raíces ancestrales hispánicas, por la huella cultural ibérica de los siglos precedentes. A principios del siglo XIX todavía se cantaban coplas y romances españoles en el Méjico independiente, y a finales de la misma centuria, cuando nació Ortiz Tirado, aún se entonaban villancicos, pastorelas y coloquios de la época virreinal, expresiones provenientes de Andalucía, Galicia, Extremadura y Castilla la Vieja.
Apenas cinco años antes de su nacimiento, habían empezado a llegar a la tierra mejicana varias compañías de zarzuela que además de imponer el drama lírico español, abrieron campo al baile del cancán y con él a las compañías de operetas francesas. Y sólo cuatro años antes, había triunfado en Méjico la Compañía de Bufos Habaneros, con la cual sentaban sus reales la guaracha, las habaneras y las danzas de Cuba, para completar ese sincretismo músico - teatral.
Como si hiciesen faltan más ingredientes en esta amalgama, ahí estaban la ópera italiana llegada en la segunda mitad del siglo XIX y el vals vienés, introducido por una orquesta austriaca en la época del emperador Maximiliano. De contera, Ortiz Tirado recibió los efectos de la inmigración de artistas españoles, italianos y franceses en la última década del siglo XIX, a raíz de la guerra franco - prusiana de 1870.
El gran embajador lírico de la canción mejicana es tal vez el mejor representante de esa simbiosis artística entre Méjico y España, que se consolida en las primeras décadas del siglo XX. La escena artística de los años 30´s la dominan los populares cantores ibéricos Angel San Pedro “Angelillo”, y Juan Mendoza “El Niño de Utrera”, gratamente recordados por sus versiones de “María Salomé” y “El Hijo de Nadie”, respectivamente.
Otros insignes cantantes líricos españoles que dejaron su impronta en Ortiz Tirado y su generación, fueron José Moriche, quien llegó a Méjico en la década del 20; Juan Pulido, nacido en 1891 y responsable de la popularización del bolero “Júrame” de María Grever; Luis Alvarez, nacido en Gijón y establecido en Cuba, y Julián Mario Oliver, de quien no se sabe si es español, portugués o italiano. Otros magníficos ejemplos de esta hermandad hispanoamericana son la gran cupletista cubana Pilar Arcos, de padres españoles, y sin ir más lejos, la brillante soprano mejicana Margarita Cueto, cuyo esposo era español.
Capitulo aparte merece el sentir gitano de Alfonso Ortiz Tirado, con marcada influencia también de la canción española. Algunas de sus más célebres interpretaciones contienen esta temática, y entre ellas se destacan “Ven Acá Gitana” de Agustín Lara, “Lamento Gitano” de María Grever, expresiones inspiradas en la melancolía propia del errante pueblo zíngaro, producto de su desarraigo. “Rosa”, “Clavel Sevillano” y ”Cortesana” del maestro Lara, expresan un sentimiento andaluz muy próximo a la gitanería. En nuestro medio gustaron mucho, canciones como “Clavel del Aire” y “Reina Mora”, y otras tonadas y pasodobles con reminiscencias de la España morisca. Adicionalmente, Ortiz Tirado cantó la famosa suite de Agustín Lara dedicada a España, país donde paradójicamente nunca estuvo el gran compositor y pianista.
El doctor Alfonso Ortiz Tirado concibió desde el principio la medicina y el canto como expresiones singulares de su amor a la humanidad
La canción como apostolado
El doctor Alfonso Ortiz Tirado concibió desde el principio la medicina y el canto como expresiones singulares de su amor a la humanidad. El gran benefactor apareció en escena desde la primera vez que cantó como tenor, el 11 de noviembre de 1928, y es muy significativo que su primer escenario haya sido el pabellón ortopédico del Hospital General de Méjico, en una función benéfica cuyos rendimientos los dedicó a la dotación de esa sección hospitalaria. El joven galeno sintió siempre una fuerte vocación por la rehabilitación de los inválidos. Por ello, después de graduarse en la Facultad de Medicina de la Universidad de Méjico en 1919, realizó su internado en ortopedia en el Hospital Merci de Denver, Colorado (Estados Unidos), y escribió un libro sobre el tratamiento de la osteomielitis por el método de Orr. La inauguración y su asistencia permanente a la clínica ortopédica lo hicieron suspender la actividad artística en 1938, desdeñando incluso el éxito que le ofrecía Estados Unidos, donde figuraba en primer lugar entre los cantantes de habla hispana. Diez años más tarde reanudó el canto, al vender el pabellón al Seguro Social.
Varios conciertos que ofreció en el Teatro Iris sirvieron adicionalmente para el mejoramiento de la clínica. En ella se puede ver una placa que hizo poner el doctor Ortiz Tirado y en la cual en vez de aparecer su nombre en letras doradas, testimonia su agradecimiento al público mejicano, como gran patrocinador de la obra.
Después de exitosas giras por Méjico, Cuba y Venezuela, triunfa rotundamente en Argentina, donde la gente aplaudió hasta el delirio su canción “Cabellera Blanca”, una de las más hermosas dedicadas a la madre. En ese concierto, el doctor Alfonso Ortiz Tirado permitió entrar gratuitamente a todas las damas que tuvieran blanco el cabello, y poco es decir que el público lloró de la emoción. Fue también apoteósica la función dedicada a las ancianas inválidas y ciegas, como inolvidable el apoyo que brindó de una u otra manera a muchos artistas necesitados. La dirección del Hospital de la Mujer fue otra de sus importantes gestiones médicas, que cumplió mientras tuvo salud. El cariño de Ortiz Tirado por el público pobre quedó palpable cuando pidió que sus discos pasaran al catálogo popular de la RCA Víctor, para ser más accesibles económicamente.
Ídolo en Colombia
Colombia tributó un ferviente aprecio al doctor Alfonso Ortiz Tirado, quien visitó cuatro veces nuestro país. Tres de ellas estuvo en Medellín como huésped del viejo teatro Junín y de los tradicionales radioteatros de La Voz de Antioquia y La Voz de Medellín. El tenor correspondió con creces este sentimiento y expresó su cariño a los colombianos al grabar varias canciones de la tierra.
El maestro antioqueño Carlos Vieco Ortiz le mereció una admiración especial a Ortiz Tirado, y prueba de ello son sus interpretaciones de los pasillos “Hacia el Calvario” con letra de León Zafir; “Plegaria”, letra de Bernardo Palacio, y “Sed”, sobre poema del vate santarrosano Francisco Rodríguez Moya.
En esas canciones fue acompañado por el Conjunto Amerindia. En Nueva York grabó otras dos canciones colombianas, con el acompañamiento de los famosos Hermanos Hernández, aquellos excelsos intérpretes de la bandola, el tiple y la guitarra, oriundos de Aguadas (Caldas) y embajadores de nuestros aires andinos en remotos países.
Con cuatro visitas y canciones de nuestra tierra, correspondió Ortiz Tirado el inmenso cariño del pueblo colombiano
Por todo ello y por su voz inmortal, Ortiz Tirado tuvo y aún tiene multitud de seguidores en Colombia, que se deleitan con los temas locales, así como con sus versiones de “Clavel Sevillano”, “Cabellera Blanca”, “Musmé”, “El Adiós del Marino”, “Japonesita”, “Te Quiero, Dijiste”, “Tú lo Sabes”, “Hablemos de los Dos”, “Cabellera Rubia”, “Llorar Eterno”, ”Las Perlas de tu Boca”, “Pasó el Tornado”, “Lamento Borincano” y tantas otras interpretaciones plenas de sentimiento. En ellas canta con la misma profesionalidad desplegada en esas memorables ocasiones en que triunfó con las arias de las óperas “El Elíxir de Amor” de Donizetti, “I Pagliacci” de Leoncavallo, “Madame Butterfly” de Puccini y “Manon” de Massenet.
Alfonso Ortiz Tirado se retiró definitivamente de los escenarios en 1955, aquejado por diversos achaques físicos y espirituales. Pese a un festival de primera categoría que se celebra cada año en Álamos, su pueblo natal, y pese a los monumentos e instituciones erigidos en su nombre, Méjico lo tiene relegado al olvido. La salud del cuerpo y del alma a las cuales entregó su medicina y su voz, finalmente lo abandonaron y murió el 7 de septiembre de 1960 por causa de una afección cardíaca. En su entierro comentó José, uno de los Cuates Castilla: “Si es triste perder un amigo, más triste es ver que Méjico no sabe lo que hoy ha perdido” .
Ocioso lector
¡La tumba de Don Quijote
está en Popayán!
Se transcribe una carta dirigida hace un par de años a la revista “Semana” por el hijo del historiador payanés Luis Carlos Iragorri Peña, que a la letra dice:
“Leí en su edición del 17 de agosto que durante la visita a Popayán del príncipe Felipe de Borbón, quedó fascinado cuando un ex alcalde de la ciudad le contó que, según la leyenda, Don Quijote está enterrado en la Iglesia de la Ermita. Afirma la revista que fue tal el entusiasmo del Príncipe con la historia, que “llamó al secretario de cooperación española para que le enviara una orden en la que diera fe” de lo que había escuchado. Pues bien: Ojalá el secretario no vaya a dar fe de semejante cosa, pues estaría afirmando que la pretendida tumba se encuentra en lugar equivocado. Me explico. De acuerdo con la leyenda, recogida en un artículo de Alberto Lleras, publicado en 1926, los huesos del Caballero de la Triste Figura llegaron a América a bordo de unas carabelas para ser trasladados después a una “ciudad de hidalgos”, por cuyas “calles españolas hubo una procesión de hombres de golas engomadas (…), de palabras sutiles y de gestos que parecían inmortalizarse”. No hay duda, Popayán. Y concluye Lleras, dirigiéndose al Quijote: “Y en la plaza mayor, bajo un árbol que arañaba el cielo impasible, quedaron tus huesos, colocados allí por las manos recias de los fantasmas”.
"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre"
 
 

En www.epdlp.com está “El Poder de la Palabra”, una web con fragmentos de 2.454 textos literarios, así como la biografía e imágenes de sus autores... 1.618 escritores. Para acompañar la lectura, allí mismo se pueden ver obras de arte e imágenes de arquitectura, y escuchar música clásica y bandas sonoras de la cinematografía.
Cincuenta piezas conforman la serie “Abu Ghraib” de Fernando Botero, nacida de la ira que sintió ante el horror de las torturas cometidas contra prisioneros iraquíes por soldados americanos. La primera exposición será en Roma el 16 de junio en el Palacio Venecia, sitio reservado para grandes figuras de la pintura universal y donde Botero será el primer pintor vivo en exponer. Luego pasará a Alemania y otros países, y después será entregada a museos, para guardar la memoria de la historia de esta infamia. La Revista Diner's publicó en un especial las 50 obras.

Las argentinas Graciela Montes y Ema Wolf fueron las ganadoras del Premio Alfaguara de Novela, con la obra “El turno del escriba”, donde narran la historia de Rustichello, que dejó para la historia las páginas de los viajes de Marco Polo: "Es un homenaje a los que hacen una labor callada, una reflexión acerca de los modos posibles de construir una narración, y una invitación a experimentar la salvación a través del relato y la imaginación, porque contar una historia, aunque sea mínima, siempre ayuda a salvarse".
Según el Museo Gutenberg y archivos municipales de Estrasburgo, en julio de este año se conmemoran 400 años del periodismo impreso, porque han demostrado que el primer periódico impreso del mundo vio la luz en el verano de 1605 en esa ciudad: se llamaba “Relation”, una especie de boletines editados por Johann Carolus.



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