MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 6    NO 77  FEBRERO DEL AÑO 2005    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

“La enfermedad y sus Metáforas”
A propósito del fallecimiento de la
combativa escritora Susan Sontag
José Xedroc, escritor y salubrista - elpulso@lhospital.org.co

El pasado 28 de diciembre, en vísperas de cumplir 71 años, murió de leucemia la escritora norteamericana Susan Sontag, una pérdida sensible para el mundo de la cultura. Pero su nexo con el mundo de la salud en particular no es nada despreciable. Hace 30 años, en su lidia contra un cáncer de mama que amenazaba con arrebatarle la vida, escribió el que algunos consideran su mejor libro: “La enfermedad y sus metáforas” en un intento por desmitificar el contenido simbólico dado a su padecimiento. Años después, en 1988, publica “El sida y sus metáforas”, algo así como una segunda parte, menos apasionada y más sobria. En esta reseña el díptico se tratará como una unidad, revelando la convicción de Sontag de que a las metáforas que circunscriben ciertas patologías misteriosas, “hay que ponerlas en evidencia, criticarlas, castigarlas, desgastarlas”
Valga aclarar que para cualquier salubrista la obra carecería de rigor científico y para un historiador resulta evidente la falta de documentación no literaria. Este tratado más bien se plantea con una metodología filológica e intelectual acerca de la enfermedad.
Tuberculosis y cáncer... y sida
“Dos enfermedades conllevan, por igual y con la misma aparatosidad, el peso agobiador de la metáfora: la tuberculosis y el cáncer”, empieza la primera parte. En la segunda se despliega el tema del sida como se concebía alegóricamente en sus inicios (o sea, igual que ahora, ya que los símbolos persisten más allá de las realidades que los germinan). No se profundiza en el impacto de otras enfermedades que en la historia de la humanidad han tenido un alto valor para el imaginario colectivo como la lepra, la sífilis, la locura y las “plagas” o “pestes”. En realidad este escrito se centra en los referentes figurados de estas tres patologías, las de los últimos dos siglos, con énfasis en nuestros tiempos.
En síntesis, las enfermedades que se metaforizan son aquellas que conllevan rasgos misteriosos: “Cualquier enfermedad importante cuyos orígenes sean oscuros y su tratamiento ineficaz tiende a hundirse en significados”. A medida que la etiología in-fecciosa de la tuberculosis se aclaró y se formularon tratamientos curativos, el cáncer ocuparía su lugar de símbolo y maldición. Y luego de esto, “el sida ha banalizado al cáncer”.
“La tuberculosis -en otro tiempo tan misteriosa como lo es hoy el cáncer-, sugería juicios de tipo más profundo acerca de los enfermos, a la vez morales y sicológicos”. Pero en ese ideario compartido entre ambas existen grandes contrastes: “el tuberculoso moribundo aparece más bello y espiritual; el que muere de cáncer ha perdido toda capacidad de superación”. Y más adelante: “el tuberculoso podía ser un proscrito o un marginado, en cambio (...) el canceroso es un perdedor”..
“Es el enfermo mismo quien crea su enfermedad”: Groddeck
“Hay toda una literatura e investigaciones que apoyan la teoría de las causas emocionales del cáncer”, comenta la autora respecto de un tópico que le molestaba sobremanera y que en nada ha cambiado hasta estos días. Según tales formulaciones, el cáncer obedece a “represión emotiva”. Así sería en los casos de notorios pudibundos como Freud y Wittgenstein; entonces, se burla: “¿quién se acuerda de que Rimbaud también murió de cáncer?”.
Y frente a la sicología es más cáustica (algo que hay que ponderar en una habitante de Nueva York, ciudad donde el psicoanálisis es tan chic): “la fuerza persuasiva de la sicología proviene de que sea una forma sublimada de espiritualismo: Una forma laica y ostensiblemente científica de afirmar la primacía del espíritu sobre la materia”.
Después de triunfar sobre su enfermedad “poniendo en ridículo el pesimismo de mis médicos”, Sontag concluye que “las trampas metafóricas que deforman (...) el cáncer tienen consecuencias muy concretas: Inhiben a las personas de buscar tratamiento a tiempo”. Y se lamenta: “Pese a los progresos en su tratamiento, la gente sigue creyendo en la ecuación de Groddeck: cáncer = muerte”.
El lenguaje militar en las enfermedades
Desde que se habla de cáncer, las metáforas provienen del lenguaje castrense: El cáncer, el enemigo, consiste en una invasión de células destructivas que colonizan los tejidos y que hay que atacar con un tratamiento radical: Tras hacer un reconocimiento se bombardean los tumores con rayos X para matar las células malignas. Este lenguaje ha servido para hacer campañas como la guerra contra el cáncer, pero también contra el sida y contra cualquier enfermedad amenazante.
Todo esto no es gratuito: “La enfermedad, tan legítimamente natural como la salud, se vuelve sinónimo de lo que es 'contra-natura'” (nada del célebre equilibrio salud-enfermedad de la OMS), es un extraño en el cuerpo, un extranjero. De hecho, las grandes plagas de la humanidad han sido atribuidas por las potencias occidentales a los extranjeros o a los pobres, “extranjeros dentro de casa”, aclara Sontag. Los judíos que no mató la peste bubónica en el siglo XIV los mató la turba que los acusó de envenenamiento colectivo, nos cuenta Asimov en su entretenida serie de historia universal. La sífilis y el cólera se atribuyen sin evidencia a los mercaderes venidos de Asia. Y el sida se tiene por seguro que inició su travesía en África.
Del lenguaje militar se deduce la terminología de “enfermedad social”. Se usa la palabra “cáncer” para designar cualquier situación social irremediable y vil. “La utilización del 'cáncer' en el lenguaje político promueve el fatalismo y justifica medidas 'duras'”. Dice la autora que de todas las metáforas, “la que más me gustaría ver archivada (...) es la militar”, porque ésta justifica el poder autoritario y sugiere la represión y la violencia: “El cuerpo no es un campo de batalla, los enfermos no son las inevitables bajas, ni el enemigo”.
Sida
Aparece el sida, con el agravante de una estigmatización más marcada, “...un 'grupo de riesgo', esa categoría que suena tan neutral y burocrática y que resucita la arcaica idea de una comunidad maculada”. Y continua: “En esta retórica esta enfermedad sigue identificándose casi exclusivamente con la homosexualidad”.
Pero en la metaforización del sida reaparece el escarnio moral, como en la sífilis cuando era incurable. Ahora, si bien “entre la eterna hipocresía oficial y el libertinismo de moda en las últimas décadas hay un abismo de diferencia”, también se llega al extremo de que “se piensa que hablar de condones y de agujas limpias equivale casi a disculpar e inducir la sexualidad ilícita y las drogas ilegales”, como hace en nuestro medio la poderosa iglesia católica. Parafraseando a Gould, Sontag nos recuerda que el sida es un fenómeno natural, una enfermedad como cualquier otra, sin significado moral, que juega eso sí un papel simbólico poderoso como “uno de los precursores distrópicos de la aldea global”.
Y no se le escapa a la autora un asunto que apenas ahora, con la internet, se ha vuelto crucial: “el computador pide sus metáforas prestadas a nuestra más reciente enfermedad trastocadora [el sida]”: Los virus informáticos, que infectan al computador, se autorreplican, mutan, se ocultan y se previenen limitando el intercambio promiscuo de información, además de que el ordenador requiere ser vacunado, el mayor anhelo de la lucha contra el sida.
Lectura desde la salud.
Para un salubrista o para cualquier médico estos libros son un desafío. Porque fustigan el paternalismo que nos induce a sentirnos autorizados a infundir el terror por ciertas enfermedades para fomentar la salud. Y porque confronta muy a fondo, incluso lo que tanto se valora como verdad científica. Pero a la vez, y sin necesidad de ponerse de acuerdo en todo lo que se plantea, es muy enriquecedora esa mirada intimista y subjetiva, la 'verdad' de una enferma particularmente perspicaz que compartió con otros afligidos y con el mundo médico su experiencia de la enfermedad, no de la “salud”, que a veces es un sofisma desde el que nos miramos a nosotros mismos como sector. Para cualquier médico clínico, especialmente para los oncólogos, sería lectura más que meritoria.
Y, ¿quién es Susan Sontag?
Desde sus legendarias protestas contra la guerra de Vietnam, Sontag fue una de las voces más conocidas y polémicas en Estados Unidos, abanderada de grandes causas: la lucha por los derechos de los negros, por la igualdad de las mujeres, adalid en Bosnia y frente a la invasión de Irak, que criticó con dureza.
Sontag cultivó el ensayo, la novela, el teatro y el cine. Además de la obra reseñada se destacan “Bajo el signo de Saturno” (1980), donde narra sus percepciones durante el tiempo que vivió en Europa, y su novela 'El amante del volcán', de 1992. Sus obras fueron traducidas a 26 idiomas.
En 1999 fue distinguida en Francia con la Orden de las Artes y las Letras; en 2000 con el Premio National Book, y en 2001 con el Premio Jerusalén de Literatura que aceptó, no sin dejar de condenar la ocupación israelí en los territorios palestinos. Fue galardonada en 2003, junto con la escritora marroquí Fátima Mernissi, con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en España.
De su activismo político y crítica infatigable del poder y la tiranía, dan idea sus ataques contra George W. Bush -"ese imbécil"- y su secretario de Estado -"un criminal de guerra"-, a la vez que manifestaba su antipatía por Saddam Hussein; a Silvio Berlusconi -"ese rico tonto"-, a Gabriel García Márquez por su apoyo numantino a Fidel Castro, contra el terrorismo etarra, o contra los medios de comunicación tras el 11-S. También denunció la situación de Colombia, «donde los periodistas no pueden escribir en libertad, la gente no puede vivir tranquila y nadie puede decir su opinión en voz alta» .
 
Ocioso lector
Alejandro Magno, de Macedonia, dueño del mundo

El cine es cosa magnífica. Pero no faltan las apreciaciones idiotas. Como cuando ocurre algo sorprendente en la película y el acompañante te dice.”¿si viste?”. “No, tarado (me provocaría replicar), vine a mirar el techo”. Algo así ocurre cuando alguien a la salida del teatro comenta: “Me gustó más el libro”. ¡Pero por Dios!, entonces por qué no te quedaste leyéndolo en tu casa, coprófago presumido, porque lo que subyace en semejante apostilla es la fanfarronada de un intelectual barato. El cine es el cine, los libros son los libros. De un libro se puede sacar una película que lo emule (caso legendario del filme “Las uvas de la ira” de la novela de John Steinbeck) o que sea muy buena, o que modifique la historia original (“Lo que el viento se llevó”, por ejemplo). Eso tiene muy poca importancia, son dos obras de arte distintas. Lo que sí es muy deseable es que las películas sobre historia y mitología sean tan fieles como sea posible, sobre todo porque en un mundo en que la gente no lee mucho, un engaño en un medio tan difundido como el cine se queda mucho en el colectivo, caso de ciertas tonterías en filmes como “Troya” (de “La ilíada”) o “Gladiador” (de “Las Memorias de Marco Aurelio”).
Pero por otro lado, es muy destacable el ansia de leer que puede infundir una película. Eso sí es bueno siempre. Para leer en tal caso, sobre Alejandro Magno, hay muchas biografías. Pero la del profesor Nicholas Hammond de Cambridge tiene ciertas ventajas que la hacen recomendable: Es muy divertida y ligera, agradablemente ilustrada, y, sobre todo, confronta las diversas fuentes de la leyenda para dejar al lector la tarea de hacerse una imagen del Alejandro histórico, que no es algo fácil. Aún sobre las hazañas de Alejandro hay versiones contradictorias (vg, la batalla del Gránico), y las hay mucho más sobre su personalidad, que van “de la brillantez intelectual y la visión de estadista a una ansia desenfrenada de conquista y sensual libertinaje”. Hacer una película sobre un personaje que a la vez es tan sublime y tan enigmático, es una apuesta difícil de creer. Pero el cine de Hollywood es más negocio que arte, qué se le va a hacer.
Indicio: Todavía joven, Alejandro desafía a su padre el rey Filipo, a que es capaz de domar a Bucéfalo (que sería a la postre su legendario caballo, el más célebre equino de toda la historia del mundo), ejemplar desahuciado por salvaje e indómito. Cuando lo logra, el padre lo recibe con lágrimas en los ojos: “Busca un reino más grande” - le habría dicho emocionado “Macedonia no es digna de ti”. ¿Fue eso cierto? Al menos no del todo, nos sugiere el autor al principio de la obra. ¿Y qué hay del nudo gordiano? ¿Qué representaba y cómo lo desató Alejandro el Grande?
"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre"
Para celebrar los 400 años de la primera edición de la obra cumbre en lengua castellana, "El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha", de Miguel de Cervantes Saavedra, la Real Academia Española, la Asociación de Academias de la Lengua Española y Editorial Alfaguara publicaron una edición conmemorativa, la más revisada y completa, de fácil lectura y precio accesible, con el fin de que llegue a un mayor número de lectores. La publicación incluye textos de presentación a cargo de los más eximios cervantistas: Mario Vargas Llosa, Francisco Ayala, Martín de Riquer, Francisco Rico, José Manuel Blecua, Guillermo Rojo, José Antonio Pascual, Margit Frenk y Claudio Guillén, y contiene un glosario con más de 6.000 acepciones que registran el significado preciso de voces, frases proverbiales y refranes presentes en la novela cervantina.
"Cervantes potenció la lengua española a unas alturas que nunca había alcanzado, y renovó el género novelesco, dotándolo de una complejidad y sutileza tan vastas como la ambición destructora y reconstructora del mundo que lo anima".
Mario Vargas Llosa
 

Los aniversarios hechos acontecimiento tienen un aspecto muy positivo: Concitan atención y curiosidad, y eso a la larga atrae lectores. Ese fue el caso, durante 2004, del vigésimo aniversario de la muerte de Julio Cortázar que nos persuadió hacia “Rayuela” y los cronopios; igual el centenario del Bloom`s Day (16 de junio de 1904), el día en que transcurre el “Ulises” de James Joyce, la novela que “abarca todo el siglo XX” según el mismo Cortázar. Y en diciembre 26, algo opacado por las festividades, fue el centenario del nacimiento del cubano Alejo Carpentier. Pero el suceso de este año es el más rutilante: Los 400 años del Quijote que provoca todo tipo de resplandores.

La capital del estado de Jalisco, segunda mayor ciudad de Méjico, ha sido designada para ser el epicentro cultural del continente este año. El objetivo de esta iniciativa creada e impulsada por la Organización Capital Americana de la Cultura -entidad constituida en 1997- es promover otras propuestas culturales complementarias que ayuden a valorizar la cultura como un elemento central en el desarrollo de los países del Nuevo Continente. Antes fueron investidas Mérida (Méjico) en 2000, Iquique (Chile), en 2001; Maceió (Brasil), en 2002; Panamá (Panamá) y Curitiba (Brasil), en 2003; y Santiago (Chile), en 2004. ¿Bogotá ya estará en la lista?

El escritor portugués José Saramago, Premio Nobel de Literatura 1998, publicará en 2005 dos nuevas obras. Los volúmenes serán una obra de teatro titulada "El disoluto absuelto" para el mes de abril y la novela "Las intermitencias de la muerte" en octubre. Saramago es muy popular en nuestro medio y se destacan entre sus principales obras el “Ensayo sobre la ceguera” y el "Evangelio según Jesucristo".



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