DELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 12    No. 158  NOVIEMBRE DEL AÑO 2011    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 


Doctor Hernán Urbina Joiro:
entre el quirófano, la pluma
y el vallenato

Hernando Guzmán Paniagua Periodista - elpulso@elhospital.org.co

Hay muchísimos médicos músicos y escritores, pero para ser gran internista, reumatólogo, investigador en varios campos de la medicina, escritor y ensayista connotado y compositor exitoso de música vallenata, hay que llamarse Hernán Urbina Joiro. A sus 46 años de edad logró la mejor investigación histórica sobre la India Catalina, una de las mejores sobre la música vallenata, varias en el campo médico -ganadoras de premios nacionales e internacionales- y no pocos trofeos como compositor vallenato.
Hernán Alfonso Urbina Joiro nació en 1965 en Valledupar. En 1989 se graduó de médico en la Universidad del Rosario, la cual en 1986 lo distinguió por el ensayo "Medicina: Historia, esperanza y sociedad".
En 1992 ganó el Premio Nacional de Medicina Merck Sharp & Dohme por la mejor investigación del XII Congreso Nacional de Medicina Interna, y en 1993 el Premio Nacional de Medicina Synthesis-Asociación Colombiana de Medicina Interna al mejor proyecto colombiano de investigación. En 1994 obtuvo el grado de Internista en el Hospital Militar de Bogotá y en 1996 el de Reumatólogo en el Instituto Nacional Salvador Zubirán de la Universidad Nacional Autónoma de Méjico.
Su trayectoria en la medicina ha sido una militancia en el ideal humanista. Atento al loco devenir de nuestra seguridad social, produjo un ensayo sobre “La mala salud de la salud colombiana”, en el cual cita estas consideraciones proféticas: “Fue Michel Foucault en su Vida de hombres infames quien señaló que desde el siglo XVIII la medicina empezó a jugar un papel decisivo para vigilar y gobernar a los pueblos, poniendo con ello de presente el temible poder que asumían las directivas de la sanidad en un país. (…) Estas nuevas atribuciones a la comunidad médica europea en el siglo XVIII que comentaba Foucault, eran impensables en tiempos en que entre los médicos primaba el alivio de los enfermos y no tanto el alivio de las economías de las ciudades o los Estados. (…) Hoy cuando se confirma lo que autoridades como la Academia Nacional de Medicina de Colombia venían denunciando desde el momento mismo de la implantación de la Ley 100 de 1993 que rige la salud de los colombianos, aquel denuncio de que las empresas comercializadoras de la salud en verdad constituirían un nefasto sistema médico-financiero que no se andaría con lágrimas a la hora de hablar de dinero, es triste constatar que, a más de atentar contra la vida de los enfermos, a quienes le restan criminalmente recursos para la atención médica en lugar de facilitarlos, este sistema ha denigrado en grado costoso de reparar el buen nombre de los profesionales de la salud…”.
Atento al loco devenir de nuestra
seguridad social, Urbina escribió el ensayo
“La mala salud de la salud colombiana”,
en el cual cita consideraciones proféticas.
 
El doctor Urbina fue elegido en 2009 como miembro de la Academia de Medicina de Cartagena. Allí expresó su visión del médico humanista, al presentar al doctor Juan Mendoza Vega como nuevo académico. De él dijo que pertenece a los “…grandes médicos que, al tiempo eran grandes artistas, y nos indicó que la medicina misma debía ser un arte; en ese mismo instante ya supe, y para siempre, cuáles eran las coordenadas que me tocaba recorrer en este mundo y supe además que para lograrlo no debía desechar nada de lo aprendido en el arte, sino más bien integrarlo a todo lo que debía aprender en adelante en la medicina”.
Urbina y la historia patria
Para el escritor Oscar Collazos, la novela del doctor Hernán Urbina “Entre las huellas de la India Catalina” (2006), es “un documento imprescindible de la historiografía cartagenera”. Le valió su ingreso a la Academia de la Historia de Cartagena de Indias, de la cual es secretario. El fallecido expresidente Alfonso López Michelsen elogió el notable ensayo sobre la fundadora de la Ciudad Heroica y primera secuestrada de nuestra historia, y señaló que escritos como éste “nos distraen de la dura realidad, transportándonos mentalmente al reinado de la imaginación y de la fantasía, tan grato como ameno. Coinciden cronológicamente en el mismo amargo escenario en que vivimos, dentro de un proceso tan estéril como ha sido el de "desempantanar" el Acuerdo Humanitario…”.
En el ensayo “¿Cuál Bicentenario?”, asevera Urbina: “El 20 de julio de 1810 no se logró la Independencia de Colombia; más bien iniciaron en firme los combates”. (…) “La Independencia de Colombia de España tomó muchos años y La Independencia de los factores sociales y políticos que aún someten y sacuden intestinamente a este país -que cree haber festejado su Independencia absoluta el pasado 20 de julio- tomará mucho más tiempo, cuando sus nacionales defiendan, en verdad, a una sola voz, su país y no sólo a los sueños e interés particulares”.
Las mismas intuiciones de Orwell, de Huxley y de Rodolfo Llinás sobre el doble filo de las armas informáticas y tecnológicas, las tiene Hernán Urbina en ensayos como “Ese rostro de la libertad llamado internet”, donde a la vez que exalta el auxilio que presta esta herramienta a la solidaridad humana, expresa: “La Internet, con sus redes sociales, su capacidad para almacenar, organizar y distribuir cantidades inimaginables de información, es precisamente eso, una herramienta, aunque muchas veces se olvida que hacer juicios críticos no es una cuestión que se pueda delegar a las máquinas o las conexiones que permite Internet, que eso siempre será responsabilidad del hombre, inventor y manipulador de la evolución cultural”.
 
Un lírico vallenato

La obra “Lírica vallenata” (2003) de Hernán Urbina, es un profundo ensayo sobre la evolución armónica, melódica y poética del género, con prefacio del Maestro Rafael Escalona, quien señala: “No me sorprendió la altísima calidad de este ensayo, 'Lírica Vallenata', porque sabía de quién provenía. Esto es lo mejor que he leído sobre vallenato". Y de la misma opinión era Alfonso López Michelsen, “El pollo vallenato”, uno de los hombres más sabios en la materia, junto con la sacrificada “Cacica” Consuelo Araújo.

Además de una exhaustiva investigación sobre el devenir poético y musical del género, el doctor Urbina aportó bases para un entendimiento entre los defensores a ultranza del vallenato auténtico y tradicional, y los apóstoles de las nuevas expresiones del vallenato romántico -sean o no comerciales-.
En una conversación con el escritor William Ospina, el médico señalaba: “No hay que ser académico para notar que no dicen lo mismo, en sus músicas y letras, los temas Fantasía y La cachucha bacana”, aludiendo a la canción popularizada por Diomedes Díaz y a la bella letra del negro Alejo Durán, respectivamente, pero salió por la calle del medio en la eterna polémica, al conceptuar: “Con el Maestro Francisco Zumaqué nos hemos divertido con la historia de que los músicos no advierten en sus guacharacas y sus cajas el paso desde el sabroso tema La creciente del Cesar de Escalona a la obra lírica 'Lloraré' de Gustavo Gutiérrez. (…) Cualquier intento por detener la creatividad ha sido y será inútil, porque se trataría de imponer al artista el modo en que debe acometer su imaginación, su emotividad.
Urbina escribe canciones desde los 11 años y a los 12 años de edad ganó el Festival de Compositores de San Juan del Cesar. En los 70, 80 y 90, fue triunfador de los principales concursos de canción inédita vallenata. Y en el siglo XXI le han rendido homenajes nacionales por su trayectoria.
Lo irónico es que estos supuestos tradicionalistas aceptarían clonar a todo el mundo para que sólo se cante como hace cuarenta años”.
Las cosas con Urbina Joiro son diciendo y haciendo: en 1977 ganó el Festival de Compositores Vallenatos, como aficionado, y en 1988 el Festival de Compositores con "Aquí están tus canciones", como profesional. "Como te quiero" fue elegida por la crítica radial como el vallenato de 1987. En 1989 fue elegido “Compositor vallenato del año”. "Tú eres la reina", en la voz de Diomedes Díaz, ganó como “Canción más popular 1993” y su merengue "Por qué no hablamos", fue el himno de la "Cumbre Mundial de Paz" 2006. Como reconocimiento a su trabajo teórico e investigativo, los festivales “Cuna de acordeones” (Villanueva) y de “La Calaguala” (Urumita), oficializaron el “paseo lírico” como quinto aire vallenato, propuesto por el intelectual costeño.
Urbina tiene más de 80 composiciones grabadas a la fecha, la mayoría por los mejores intérpretes de este género musical (Diomedes Díaz, Hermanos Zuleta, Jorge Oñate, Binomio de Oro, Los Betos, Iván Villazón, Jorge Celedón y Silvestre Dangond, entre otros). Sus canciones son distinguidas en los festivales por instituciones culturales y por la crítica.
 


Radiografía del mundo en Urbina Joiro

La labor del médico Hernán Urbina Joiro en las letras, en periódicos y revistas nacionales y extranjeras, entre ellos El Tiempo, El Heraldo, El Universal, El Diario Vallenato, Vanguardia Liberal, El Pilón, El Meridiano de Córdoba, Granma de Cuba, y las revistas Romanceros y Reumatismo, fundadas y dirigidas por él, son su testimonio de radiógrafo de la realidad colombiana y mundial, su pluma es el instrumento de las imágenes diagnósticas.
Fruto de ello son juiciosos ensayos sobre muy diversos tópicos, que en lenguaje sencillo traducen las preocupaciones y dolores del hombre de la calle. Varios aluden a la problemática ecológica;
para él, “…las palabras humanus y homos tienen la raíz común humus, que significa tierra”, y en “Aguas para vivir, aguas para morir”, sentencia: “Con el clima errabundo que hemos forjado -más el desdén frente a los planes de infraestructura posibles y necesarios-, no se tiene en la práctica mayor control sobre la mayoría de esas aguas que hoy buscan afanosamente, como 'agua para vivir', 7.000 millones de habitantes y que en cualquier momento puede tornarse en 'agua para morir' para cualquiera de esos mismos 7.000 millones de hombres, mujeres y niños por el diluviar o por las sequías”.
Palabras estremecedoras son las del ensayo “De la pérdida”, con el insinuante subtítulo: “Todos sobrellevamos un «11 de septiembre»”. Allí dice: “El 11 de septiembre de 2001 el mundo perdió lo que le restaba de inocencia al comprender que los EE.UU. ya no sería nuestro guardián invencible contra todo peligro. Pero se perdieron muchísimas más cuestiones determinantes. Lo deseable sería salir, de una vez por todas, de esa onda explosiva inacabable de los estallidos de 2001. Pero no será un asunto sencillo de superar ese estrés postraumático que todos, en grado diverso, aún sobrellevamos desde entonces, y que hace trepidar a la economía y a todos los componentes básicos de la sociedad contemporánea”.
“El enigma del arte nos define como
sereshumanos, que encontramos en él
algoque siempre nos abarca y nos alivia.
Si algún día llegáramos a conocer,
en verdad, cómo surge el arte y cómo
funciona, ese día tal vez ya no seríamos
del todo seres humanos”.
Hernán Urbina Joiro
Ese ensayo habla también de su regreso nostálgico a paisajes anclados en el recuerdo, de Valledupar y San Juan del Cesar, adonde lo llevaron sus padres en 1966, cuando tenía un año de edad, episodio paralelo al retorno de García Márquez a la desolada Aracataca, origen del mítico Macondo: “Hace un tiempo sufrí hasta el llanto cuando no encontré al viejo Hospital Rosario Pumarejo de López, donde nací, ni mi casa en Novalito donde pasé mis primeros años de vida en Valledupar: ya no estaban, habían sido radicalmente reformadas, ya eran otras construcciones, no me atreví a tomar ninguna fotografía. (…) Hace pocos días no pude contener el llanto al ver la finca de mi infancia, aquella de regadíos artificiales, pastizales frescos y ganado retozón, aquella que parecía un jardín diseñado para un niño y en donde empecé mi diálogo poético con la naturaleza…”.
El médico humanista, el artista vallenato festivo y enamorado es, sobre todo, el colombiano de su tiempo y el ciudadano de su mundo que expresa realidades tan lacerantes como la crisis económica global. En “Temiendo a los Idus de agosto”, dice: “Los Idus eran fechas de buena suerte y se asignaron al día 13 de los meses de enero, febrero, abril, junio, agosto, septiembre, noviembre y diciembre, y al día 15 de marzo, mayo, julio y octubre. Tras el asesinato de Julio César, en pleno Idus de marzo del año 44 a.C., los Idus dejaron de ser augurio de cosas buenas. El pasado 13 de agosto de 2011 fue noticia la histeria de los banqueros de Wall Street que ya no tenían dudas de que la crisis económica asolaba a todo el sistema financiero mundial, con riesgo de un desplome mayor al de 1929. Triste cuestión ésta, que ocurre en momentos en que en el planeta hay más dinero que nunca antes en la historia, pero con más pobres como no hubo jamás: es decir, se vive el momento de mayor iniquidad de todos los tiempos y que arrasará con los más débiles y seguirá enriqueciendo a los más fuertes”.
 

Escritos más recientes

“Humanidad ahora" es el nuevo ensayo extenso (350 páginas) de Urbina y que se editará en 2012; en el libro, este pensador contemporáneo aborda las preguntas más inquietantes de la actual humanidad. A principios de noviembre finalizó la revisión de los textos finales. Y tras 5 años de nuevas investigaciones en América y España, con la colaboración de un grupo de paleógrafas de Sevilla (España), Urbina concluyó la etapa de investigación para actualizar y aumentar considerablemente su anterior libro “Entre las huellas de la India Catalina”. En adelante, Urbina Joiro se concentrará en la escritura de esta nueva edición.
 

Ocioso lector


La niña de los fósforos
Hans Christian Andersen
¡Qué frío tan atroz! Caía la nieve, y la noche se venía encima. En medio del frío y la oscuridad, una pobre niña pasó por la calle con la cabeza y los pies desnuditos…
La niña llevaba en el delantal, que era muy viejo, algunas docenas de cajas de fósforos. Era muy mal día: ningún comprador se presentó, y la niña no había ganado ni un céntimo. Tenía mucha hambre, mucho frío y mísero aspecto. ¡Pobre niña! Veía bullir las luces a través de las ventanas; se percibía el olor de los asados. Era Nochebuena, y en esta festividad pensaba la infeliz niña.
Se sentó y acurrucó en un rincón entre dos casas. El frío se apoderaba de ella y entumecía sus miembros, pero no se atrevía a presentarse en su casa; volvía con todos los fósforos y sin una moneda. Su madrastra la maltrataría, y, además, en su casa hacía también mucho frío... Sus manecitas estaban casi yertas de frío. ¡Ah! ¡Cuánto placer le causaría calentarse con una cerillita! ¡Si se atreviera a sacar una de la caja y a calentarse los dedos! Sacó una. ¡Rich! ¡Cómo alumbraba y cómo ardía! Despedía una llama clara y caliente como la de una velita. ¡Qué luz tan hermosa! Creía la niña que estaba sentada en una gran chimenea de hierro adornada... ¡Ardía el fuego allí de un modo tan hermoso! ¡Calentaba tan bien!
Pero todo acaba en el mundo. La niña extendió sus piececillos para calentarlos también; más la llama se apagó: ya no le quedaba en la mano más que un pedacito de cerilla. Frotó otra, que brilló como la primera; y allí donde la luz cayó sobre la pared, se hizo tan transparente como gasa. La niña creyó ver una habitación en que la mesa estaba cubierta por un blanco mantel resplandeciente, y sobre el cual un pavo asado y relleno de trufas exhalaba un perfume delicioso. ¡Oh felicidad! De pronto tuvo la ilusión de que el ave saltaba de su plato sobre el pavimento con el tenedor y cuchillo clavados en la pechuga, y rodaba hasta llegar a sus piececitos. Pero la segunda cerilla se apagó, y no vio ante sí más que la pared impenetrable y fría.
Encendió otro fósforo. Creyó entonces verse sentada cerca a un magnífico nacimiento: mil luces ardían en los arbolillos; pastores y zagalas parecían moverse y sonreír a la niña. Ésta, embelesada, levantó las manos, y el fósforo se apagó. Las luces del nacimiento se elevaron, y comprendió que no eran más que estrellas. Una de ellas pasó trazando una línea de fuego en el cielo.
-Esto quiere decir que alguien ha muerto- pensó la niña; porque su abuelita, que era la única que había sido buena para ella, pero que ya no existía, le había dicho muchas veces: "Cuando cae una estrella, es que un alma sube hasta el trono de Dios".
Todavía frotó la niña otro fósforo en la pared, y creyó ver una gran luz, en medio de la cual estaba su abuela en pie y con un aspecto sublime y radiante.
-¡Abuelita!- gritó la niña-. ¡Llévame contigo! ¡Cuando se apague el fósforo, sé muy bien que ya no te veré más! ¡Desaparecerás como la chimenea de hierro, como el ave asada y como el hermoso nacimiento!
Después se atrevió a frotar el resto de la caja, porque quería conservar la ilusión de que veía a su abuelita, y los fósforos esparcieron una claridad vivísima. Nunca la abuela le había parecido tan grande ni tan hermosa. Cogió a la niña bajo el brazo, y las dos se elevaron en medio de la luz hasta un sitio tan elevado, que allí no hacía frío, ni se sentía hambre, ni tristeza: hasta el trono de Dios.
Cuando llegó el nuevo día seguía sentada la niña, con las mejillas rojas y la sonrisa en los labios. ¡Muerta, muerta de frío en la Nochebuena! El sol iluminó a aquel tierno ser sentado allí con las cajas de cerillas, de las cuales una había ardido por completo.
-¡Ha querido calentarse la pobrecita!- dijo alguien.
Pero nadie pudo saber las hermosas cosas que había visto, ni en medio de qué resplandor había entrado con su anciana abuela en el reino de los cielos .
 



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