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Reflexión del mes
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Fragmento de El astrólogo
y el sultán
"¿Hay que ser
sultán para comprender que, en los 4 confines y en
los 7 climas del mundo, todos los hombres se parecen? ¿Acaso
la prueba más concluyente de que los hombres de todas
partes son idénticos no consiste en que cada uno puede
ocupar el lugar del otro?
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Orhan Pamuk (1952, Estambul,
Turquía). Estudió arquitectura y periodismo.
Su carrera como escritor se inició a finales de los
años 70, aunque no publicó su primera novela
hasta 1982, Cevdet Bey y sus hijos. A ésta siguieron,
La casa del silencio (1983), El astrólogo y el sultán
(1985), que desencadenó grandes elogios; El libro negro
(1990), La vida nueva (1994) y su consagración definitiva,
Me llamo Rojo (1998), una novela que combina la narración,
el misterio, la historia de amor y la reflexión filosófica,
ambientada en el Estambul del siglo XVI, bajo el reinado del
sultán Murad III. En 2005 y a raíz de unas declaraciones
sobre la muerte de 30.000 kurdos y un millón de armenios,
tuvo que exiliarse. El 13 de diciembre de 2005, varios escritores
de renombre mundial -José Saramago, Gabriel García
Márquez, Günter Grass, Umberto Eco, Carlos Fuentes,
Juan
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Goytisolo,
John Updike, Salman Rushdie y Mario Vargas Llosa-, firmaron
una declaración conjunta de apoyo a Pamuk, acusando
al gobierno turco de no respetar los derechos humanos. Sus
últimas obras son Nieve (2001) y Estambul: Memorias
y la ciudad (2005). Pamuk ha obtenido numerosos reconocimientos
internacionales, como el Premio al Mejor Libro Extranjero
en Francia, el Premio Grinzane Cavour en Italia, el Premio
Internacional IMPAC de Dublín, el Premio de la Paz
de los libreros alemanes y el Premio Nóbel de Literatura
2006 -como escritor que en búsqueda del alma
melancólica de su ciudad natal ha encontrado nuevos
símbolos para reflejar el choque y la interconexión
de las culturas , según la explicación
del veredicto de la Academia Sueca. Su obra ha sido traducida
a 34 idiomas y publicada en un centenar de países.
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Dicho en otras
palabras, un simple error de laboratorio puede tener consecuencias
mortales. La calidad puede definirse como el cumplimiento de
los requisitos, entendidos éstos como las necesidades
y las expectativas. Cuando no se cumplen, nos enfrentamos a
una situación de no conformidad o de no-calidad, que
no siempre es monetaria, y se da cuando no se hacen las cosas
bien desde la primera vez. Son los costos del tiempo, del esfuerzo,
de la capacidad humana, de los materiales perdidos y la oportunidad,
entre otros, que en el caso de la salud puede ser la diferencia
entre la vida y la muerte.
Uno de los grandes problemas de la calidad es conocer y controlar
los intangibles o costos de la no-calidad que pueden llamarse
costos ocultos, que en la mayoría de las veces es imposible
de expresar en cifras.
Para comprender mejor la crisis de la salud que atraviesa el
país, la región y buena parte del mundo -crisis
que lleva al aumento de los costos de la no-calidad-, se puede
recurrir a la analogía de un iceberg, en donde los costos
de la no-calidad normalmente se miden sólo como la «punta»
o parte visible del iceberg, es decir, la percepción
de los servicios de salud que recibe la comunidad. El grueso
de los costos de la no-calidad está por debajo de la
línea de flotación, están ocultos bajo
la superficie y son, en última instancia, los responsables
del «hundimiento del barco», llámese empresa,
institución o paciente.
Para los estudiosos de la calidad es claro que: (1) para cada
no-conformidad (no-calidad) hay una causa, (2) las causas pueden
prevenirse en la medida en que se identifiquen y se tenga voluntad,
incluida la voluntad política, para hacerlo, y (3) la
prevención siempre es más barata (costo/eficiente)
que reparar los daños de la no-calidad. También
tienen claro los estudiosos del tema, que la calidad, la mejora
de la calidad y la reducción de los costos de no-calidad
no pueden imponerse con órdenes: se generan a través
del proceso que es parte de la cultura de la calidad, íntimamente
vivido por las instituciones y no como resultado de la regulación.
Para Philp Crosby, «la calidad no cuesta; cuestan las
cosas desprovistas de calidad», y podríamos agregar:
la calidad se vive, la calidad no se impone. |
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Un error mínimo
al principio
puede ser máximo al final
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Aristóteles 
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La Organización
Mundial de la Salud recientemente denunció que la corrupción
mundial es rampante cuando casi la cuarta parte del dinero que
gastan en medicina los gobiernos del mundo, se pierde en la
cadena de corrupción que mueve este sector, con mayor
énfasis en los países pobres. La cadena de intereses
que hay en el «negocio de la salud» es muy larga
y muy poco visible, ya que está ubicada en la parte inferior
del iceberg, y en ella se mueven grandes sumas de dinero desde
el principio hasta el fin sin que lleguen a la comunidad enferma
y los pacientes, y para nadie es un secreto que éste
es el fenómeno más importante de la salud colombiana
y del resto de los países de la región y posiblemente
del mundo. O si no, ¿cómo explicar el número
de tutelas? ¿Los «paseos de la muerte»? ¿La
quiebra de las instituciones de salud? ¿Las grandes ganancias
de las empresas intermediarias? ¿Los escándalos
relacionados con la no-calidad en salud que todos los días
abren los titulares de las noticias? ¿El empobrecimiento,
lento pero irremediablemente progresivo, del sector de la salud?
Esto sólo para dejar abiertos algunos de los interrogantes.
Como en la buena práctica médica, lo primero debe
ser el diagnóstico, y una vez conocido se debe proceder
pronta y oportunamente a aplicar el mejor tratamiento por doloroso
que éste sea. La enfermedad de la salud colombiana está
sobre-diagnosticada, y es claro que se encuentra gravemente
enferma de no-calidad, y no es comprensible que aún no
se tenga idea de un tratamiento curativo.
(*) Editorial Volumen 12, No. 7 y 8, 2006. |
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Bioética
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La medicina en la encrucijada
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Ramón
Córdoba Palacio, MD - elpulso@elhospital.org.co
¿Por qué la medicina está en la encrucijada?
¿Se puede afirmar que la medicina como disciplina académica
está en situación difícil?
La malhadada Ley 100 no sólo ha causado graves perjuicios
a los enfermos y a los médicos como profesionales honestos,
sino también a la formación de los futuros médicos
y por consiguiente a quienes sean sus pacientes, perjuicios
denunciados en múltiples oportunidades, pero ante los
cuales la comunidad en general y nuestros legisladores, permanecen
indiferentes. Recientemente se anunció a bombo y platillos
una reforma en la cual, el Ministro de la Protección
(¿?) Social insistía, sin entrar en muchos detalles,
en que se mejoraría la calidad de la atención
médica y se aumentaría la cobertura en
salud. Sin conocer el texto completo de dicha reforma
a la Ley 100 no es honesto aventurar críticas, pero
sí me atrevo a afirmar que no mejoró para nada
la triste situación de los colombianos que gracias
a esta Ley nos convertimos en objetos de mercadeo, pues se
negocia con nuestra existencia y dignidad -económicamente
jugoso negocio- mediante el comercio de la salud, como si
ésta, la salud, fuera algo independiente de la vida
misma de los pacientes.
Pero, ¿por qué la medicina en la encrucijada?
La medicina siempre se ha enseñado en forma personal
y explicando las condiciones clínico-patológicas
del paciente, pues la experiencia del profesor o maestro es
más valiosa que las descripciones de los textos, por
completas y bien fundamentadas que sean. Y esta modalidad
insustituible se debe a que, como lo enseña Laín
Entralgo, no hay enfermedades sino enfermos, o
mejor aún, hay enfermedades en enfermos,
pues cada ser humano enferma de manera diferente. Con la atención
médica mercantilista que impuso la Ley 100, la enseñanza
en la cabecera del paciente no es posible, porque se resiente
el recaudo económico por capitación,
pues dicha enseñanza implica mayores gastos que no
pueden ser facturados. Muchos dirán que afortunadamente
los pacientes que servían para la docencia se han liberado
de dicha situación. Si la enseñanza se hace
con el respeto que exige la ética, el êthos de
la medicina, no hay ofensa de ninguna clase, aunque sí
puede haber molestias en algunos casos, pero en el fondo lo
que se pide es la cuota de solidaridad que, como en muchos
otros campos, debemos y tenemos que ofrecer o al menos aceptar,
por ser seres sociales.
Esta mengua de la enseñanza de la medicina, la deficiente
preparación académica de los futuros médicos,
ha sido denunciada por personalidades de reconocido prestigio
profesional y por entidades con autoridad suficiente para
ser escuchadas. Así, el Profesor José Félix
Patiño Restrepo afirma categóricamente: «Dentro
del esquema de prestación de servicios de salud mencionado,
la Universidad se ha convertido en un socio incómodo
para las instituciones de salud, dada la hipótesis
según la cual su presencia incrementa los costos de
la prestación de los servicios clínicos, lo
cual no se puede afirmar de manera absoluta, ya que no se
ha comprobado que sea así. Ante esta situación,
los profesores vinculados como funcionarios de los hospitales,
que hacían docencia mientras prestaban sus servicios,
empiezan a verse obligados a rendir en sus actividades para
lograr hacer eficientes los servicios; la docencia pasa a
un segundo lugar, y la satisfacción por la labor docente
se vulnera sustancialmente. La normatividad sobre contratación
y las condiciones de la misma, han conducido en muchos casos
a que los docentes privilegien la práctica asistencial.
Por otra parte, los hospitales decidieron que el término
Universitario ya no era digno y se convirtieron,
los de la red pública, en Empresas Sociales del Estado».
En el mismo sentido se pronuncia Ascofame (Asociación
Colombiana de Facultades de Medicina): «Tradicionalmente,
la forma de enseñar medicina ha estado estrechamente
vinculada a la prestación de servicios de salud en
los hospitales y clínicas. Para estas instituciones
constituyó durante años motivo de orgullo ser
consideradas como Hospital Universitario, término que
ante la comunidad tenía connotaciones de calidad, y
caridad en el mejor sentido de la palabra». En esta
forma la Ley 100, a pesar de sus reformas y de sus no siempre
comprobados beneficios, influye en demérito de la óptima
formación profesional, académica, de los futuros
médicos y del progreso del conocimiento de la medicina
como ciencia, como disciplina.
Sin la debida enseñanza, sin la debida experiencia
en la enfermedad que expresa cada paciente como persona, ¿qué
será de la atención médica en un futuro
cercano? ¿Volveremos a la época de la medicina
empírica en la cual cada quien practicaba, sin preparación
académica adecuada y vigilada, su arte, carente de
ciencia? ¿Cuándo tomarán conciencia de
esto el pueblo colombiano y sus legisladores?.
Nota: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano
de Bioética -Cecolbe-
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