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Indigentes
no certificados Engrosan
pérdidas hospitalarias Doris
Orrego Moscoso Periodista, Medellín
 Foto
Mauricio Gómez
El
aislamiento familiar, el desempleo, la pobreza, el alcoholismo y el consumo de
sustancias psicoactivas hacen que aumente cada día más la indigencia
en Colombia y con ella las responsabilidades tanto del Estado como del sector
privado para atender a esta población en materia de salud. Pese a que el
Gobierno tiene la obligación de subsidiar el 100% de la salud de los habitantes
de la calle, las Instituciones Prestadoras de Servicios afrontan hoy graves problemas
financieros, debido a la falta de mecanismos de información, evaluación
y control, que permitan una clasificación clara y actualizada de estas
personas por lo general indocumentadas.
El
aislamiento familiar, el desempleo, la pobreza, el alcoholismo y el consumo de
sustancias psicoactivas hacen que aumente cada día más la indigencia
en Colombia y con ella las responsabilidades tanto del Estado como del sector
privado para atender a esta población en materia de salud. |
Se
calcula que por lo menos un 12% de las atenciones a los habitantes de la calle
que ingresan a los hospitales y no son certificados como indigentes, generan pérdidas
que pueden ser de un 5%, un 10% y un 30% del valor total de la atención,
en el caso de los sisbenizados. Estas pérdidas se deben a que los pacientes
se niegan a pagar el porcentaje que les corresponde, bien sea por imposibilidad,
desconocimiento de su ubicación en la Seguridad Social y la falta de un
documento que lo respalde, o bien, por considerar que su salud es responsabilidad
del Estado. Los
centros de atención para los habitantes de la calle, adscritos a las alcaldías
de las principales ciudades del país son los encargados de certificar la
condición de indigencia, con el fin de que el municipio financie el servicio
de urgencias y el departamento la atención de segundo y tercer nivel. Esta
certificación implica un estudio, en el cual se trata de establecer mediante
encuestas y la verificación de las bases de datos, que dicha persona no
pertenezca al régimen subsidiado o al régimen contributivo, estudio
que debería ser previo para evitar confusiones en las obligaciones económicas,
pero que por el carácter transitorio de este grupo poblacional, en muchas
ocasiones se hace una vez prestada la atención. Aunque
no hay una clasificación estricta, podría hablarse de habitantes
de y habitantes en la calle. Los primeros son aquellos que llegan
al espacio público para proveer su subsistencia: venden, reciclan, limpian
carros y hacen presentaciones artísticas, entre otras actividades; y en
algún momento vuelven a sus ranchos, hospedajes o inquilinatos que ellos
mismos pagan. Son personas clasificadas por Planeación Metropolitana en
los niveles uno y dos del Sisbén, con el criterio de que tienen un hábitat
estable, así sea con techo de plástico, piso de tierra, en terreno
de invasión y con servicios públicos de contrabando.
Los
centros de atención para los habitantes de la calle, adscritos a las alcaldías
de las principales ciudades del país son los encargados de certificar la
condición de indigencia, con el fin de que el municipio financie el servicio
de urgencias y el departamento la atención de segundo y tercer nivel. |
No
obstante, por su condición de extrema pobreza los sisbenizados se ven en
aprietos para cancelar el bajo porcentaje de la atención en salud que les
corresponde y en su mayoría le dejan este saldo rojo al hospital.
Muchos de ellos ni siquiera saben que hacen parte del régimen subsidiado,
puesto que, a pesar de que viven en la calle y no se reúnen con sus familiares
desde hace varios años, son inscritos en el registro del Sisbén
por algún allegado, que por lástima e ignorancia trata de asegurarle
su salud. Por
otra parte, como la indigencia no es propia de la población de bajos recursos
económicos, sino también de la descomposición social, en
los albergues transitorios de habitantes de la calle se detectan personas que
por diferentes razones han sido expulsadas de sus domicilios, por familiares adinerados
que los incluyen como beneficiarios en diferentes EPS, pero en el momento de la
atención no se hacen presentes con la respectiva documentación,
dejando al hospital el total de la cuenta por pagar. Lo
peor de todo es que los hospitales no pueden convertirse en cárceles para
retener a los pacientes que se niegan a pagar el servicio, porque con su prolongada
estadía la cura resulta más mala que la enfermedad.
Además, su situación de indocumentados impide demostrar que se trata
de las mismas personas que cuentan con la debida seguridad social, caso en el
cual es necesario levantar el acta ante un notario. En un diagnóstico adelantado
por el Departamento Administrativo de Bienestar Social de Bogotá, se observó
que 331 indigentes de una muestra de 1.507 no poseían cédula, lo
cual quiere decir que ellos se despojan de este documento cuando les conviene.
Hay
otro tipo de individuos,que desarrollan su estilo de vida en la calle;
allí duermen, se alimentan, consumen droga, toman licor y tienen sus relaciones
interpersonales. A éstos se les certifica como indigentes, y por consiguiente,
deben estar en el régimen vinculado de salud. Según Marcela Calle
López, Coordinadora del Centro Día de la Secretaría de Bienestar
Social de Medellín, se ha tratado de establecer un control mediante
la realización de censos que permitan cuantificar las personas que realmente
viven en la calle. Pero la problemática social y económica de Colombia
incrementa cada día más esta población, con desempleados
y empresarios en quiebra, que se desplazan al espacio público; además
de una gran cantidad de niños que abandonan las aulas de clases para dedicarse
a las costumbres callejeras. Se estima que un 42% de la población
indigente en la capital de la República (donde se concentran habitantes
de distintas zonas colombianas e incluso de Venezuela), corresponde a menores
de 14 años de edad. De
otro lado,si se hace una interpretación estricta de las normas que regulan
el actual Sistema de Seguridad Social en Colombia, las personas que viven de
la calle podrían considerarse como económicamente activas
o trabajadores informales y por ende, si sus ingresos son mayores de dos salarios
mínimos, deberían estar cotizando en el Régimen Contributivo
de Salud. Caemos entonces en la misma falla: la ausencia de la función
de modulación y control dentro del sistema. En
tal sentido,el Movimiento Nacional por la Salud Pública propone crear mecanismos
como la exigencia de estar registrado en la seguridad social para poder realizar
cualquier trámite ante entidades públicas y privadas, lo cual requiere
además de un sistema de información confiable y actualizado.
Atención
especializada El estilo de vida de los habitantes de la calle es el caldo
de cultivo para la violencia y propicia un deterioro constante de su salud, que
demanda una atención altamente especializada, con largos y costosos tratamientos.
Como se dijo anteriormente, en el caso de los no certificados como indigentes
por el respectivo ente territorial, estos servicios de salud se convierten en
una carga para las instituciones que los prestan. Salta a la vista que la principal
debilidad de los habitantes de la calle tiene que ver con el consumo de sustancias
psicoactivas. De acuerdo con un informe del Dane, el pegante es lo que más
consumen los niños y niñas indigentes hasta los once años
de edad, seguido por el bazuco y la marihuana, en las etapas de la adolescencia
y la madurez. La
problemática del consumo de droga en la población indigente es más
relevante en Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla, San Andrés
y ciudades del Eje Cafetero como Pereira, Armenia y Manizales. Así lo destaca
la última investigación del Programa Rumbos, según la cual
se observa un aumento de indigentes adictos que buscan ayuda para rehabilitarse,
con un incremento del 1%en 1995 al 40% en 1999.
El
estilo de vida de los habitantes de la calle es el caldo de cultivo para la violencia
y propicia un deterioro constante de su salud, que demanda una atención
altamente especializada, con largos y costosos tratamientos. |
Además
existe un grupo de habitantes de la calle con trastornos o disfunción mental,
derivados no sólo del abuso de dichas sustancias, sino también del
aislamiento familiar y social. Como
consecuencia del hambre, del consumo excesivo de inhalantes y del frío
que tienen que soportar especialmente en horas de la noche, aparecen las en fermedades
infectocontagiosas y la desnutrición crónica. Se destaca la tuberculosis,
cuya tendencia al aumento está a punto de generar una crisis de salud pública
en las ciudades capitales colombianas, debido a que los pacientes inician el tratamiento
y al notar alguna mejoría no lo terminan. Adicionalmente
la promiscuidad propicia enfermedades de transmisión sexual como el Sida
que a su vez trae como consecuencia otras patologías como la Hepatitis.
Es el mismo cuadro clínico que se presenta en distintas partes del mundo.
Por ejemplo, la Casa Camilus ubicada en el Sur de la Florida, ha contabilizado
más de 6.000 indigentes en el Condado de Dade, de los cuales de un 25 a
un 30% son adictos crónicos, de un 30 a un 50% son enfermos mentales, de
un 15 a un 25% están infectados por el VIH y un 50% tienen problemas primarios
de salud. También,
es común encontrar en los hospitales, habitantes de la calle que han sido
apuñalados o son lesionados con arma de fuego durante sus actividades ilícitas;
al igual que indigentes víctimas de accidentes de tránsito, cuya
recuperación demanda varias cirugías y procedimientos médicos
de alta especialización.
 Foto
Patricia Velásquez
Además
de farmacodependientes, existe un grupo de habitantes de la calle con trastornos
o disfunción mental.
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